El fantasma de la recesión económica acecha el mundo
Los bancos centrales de todo el mundo han venido subiendo las tasas de interés (precio del dinero) desde el último trimestre de 2021 con un grado de sincronización no visto en las últimas cinco décadas. Una tendencia que probablemente continúe hasta bien entrado el próximo año. Sin embargo, es posible que el alza de tasas y otras medidas de política económica no sean suficientes para reducir la inflación a los niveles prepandemia.
En cambio, el mundo podría estar rumbo a una recesión o quizás a una depresión global en 2023, cuyas consecuencias serían fatales para millones de personas. El economista Nouriel Roubini, que se anticipó a la crisis del 2008, prevé una recesión "severa, larga y fea" que empieza a finales de 2022 y que puede durar todo 2023.
Por su parte, los inversionistas globales y gestores de fondos como Jeff Gundlach llamado el “rey de los bonos” y Ray Dalio, autor del libro “Nuevo Orden Mundial”, esperan que los principales bancos centrales aumenten las tasas de interés hasta un 4% o 5% en lo que resta de este año. Y, si estos aumentos estuvieran acompañados de turbulencias en los mercados financieros internacionales, las tensiones geopolíticas, la crisis energética, etc., el crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) mundial se reduciría al 0.5 % en 2023. Estaríamos en una recesión mundial sin paliativos.
“Enfrían” la economía subiendo tasas
La inflación se puede producir a través de dos circuitos. En el primero, el nivel de precios sube porque la demanda de un conjunto de bienes crece a un ritmo más rápido al que puede crecer su oferta. Este es el concepto clásico de la inflación y el que la mayoría de personas tiene en mente. Ante este caso hay dos opciones: incrementar la oferta para satisfacer la demanda o bien reducir la demanda para que se ajuste a la oferta disponible. Este último es precisamente el objetivo de las políticas de subidas de tasas que los bancos centrales vienen aplicando. Al final, más allá de tecnicismos, lo que buscan es enfriar la actividad económica, haciendo que los precios bajen porque empresas y familias reducen sus inversiones y consumos. El nivel de precios cae, en definitiva, porque se asfixia la demanda agregada.
En ese escenario el debate se centra en si las escaladas de tasas son inevitables, o hay otras opciones para frenar esa subida de precios. Pero, ¿en qué consiste exactamente esta ortodoxia política monetaria? ¿Por qué subir el precio del dinero puede bajar los precios de los demás bienes y servicios?
La respuesta a esta pregunta es muy compleja, aunque se puede reducir de forma muy simplificada a una cuestión de oferta y demanda. Cuando un bien o servicio está muy demandado, su precio sube. Al aumentar el precio del dinero, el costo de financiamiento de las empresas y familias se encarece, así que se lo piensan dos veces antes de pedir un préstamo para invertir o consumir, lo que reduce la demanda y, reglón seguido bajan los precios.
En la jerga económica, la subida de tasas se utiliza para “enfriar” una economía que está en pleno auge o “recalentada”. Es la fase del ciclo económico en que las empresas no son capaces de generar la oferta de productos y servicios suficientes para atender una demanda creciente. Esto se suele dar en situaciones de pleno empleo, como ocurre actualmente en Estados Unidos, donde se ha producido una explosión del consumo después la pandemia. No es el caso peruano, ni por asomo, tampoco es lo que se viene dando en Europa.
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