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Alejandro Narváez / Exclusión, pobreza y hambre (5 de 7)


Se sabe que el etanol (alcohol etílico - biocombustible) puede ser producido en base a diversas materias primas. Las más comunes son el maíz y la caña de azúcar. Estados Unidos lidera la producción de etanol en el mundo y lo hace con el maíz amarillo. Le sigue Brasil y Colombia donde se fabrica con caña de azúcar.


En el Perú, también se produce con caña de azúcar. Estados Unidos es el principal productor de maíz con 357 millones de toneladas al año, que viene a ser el 35% de la producción mundial (1,031 millones de toneladas en el mundo, Perú produce 1,54 millones de toneladas) (véase en proyecciones del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, junio 2017). Una ley federal del país norteamericano, obliga que el 40% del maíz debe ser usado para producir etanol, dirigido a llenar los tanques de los vehículos. Se estima que, para llenar el tanque de un vehículo estándar con etanol en Estados Unidos, se requiere procesar 170 kilos de maíz y si esto multiplicamos por los millones de vehículos que consumen el etanol, las cifras son astronómicas.


El maíz es el otro alimento más demandado en el mundo. Un niño hambriento de África o América Latina, podría sobrevivir tranquilamente durante un año con los 170 kilos de maíz que “alimenta” una máquina. Actualmente, hay menos producción de maíz blanco por cuanto los agricultores norteamericanos han migrado a la producción del maíz amarillo que viene a ser la materia prima del etanol.


Este cambio ha producido el aumento del precio de la harina de maíz, que es a su vez materia prima (entre otras cosas) para producir las populares tortillas mexicanas, y guatemaltecas cuyo precio también se ha disparado. Pero el problema no queda ahí. El aumento del consumo del maíz para producir etanol, también tuvo su efecto en el precio del huevo y la carne de pollo, cuyo alimento es el maíz.


Es indiscutible. El origen del hambre está principalmente en la desigualdad, la pobreza, la especulación, etc. El hambre, es la forma más brutal, más violenta, más intolerable de la desigualdad. En el 2017, el 82% de la riqueza generada fue a parar a manos del 1% más rico, mientras el 50% más pobre de la población mundial obtuvo el 0%. Y como sostiene Oxfam International, “las grandes corporaciones y las personas más ricas son un factor clave de esta crisis de desigualdad”.


Utilizan su poder y sus lobbies para asegurarse que las políticas gubernamentales vayan a favor de sus intereses y priorizan maximizar las ganancias de sus capitalistas por encima de todo, aunque esto implique, contaminar el medioambiente, eludir impuestos o pagar míseros salarios a sus trabajadores, etc. A ello hay que sumarle la descarada especulación con los precios de los principales alimentos en los mercados de Chicago, Londres, Sidney, etc.


Las guerras internas, los conflictos geopolíticos internacionales, los eventos climáticos extremos, las crisis económicas provocadas como la del 2008, las ventas de armas a países pobres en conflicto, son también los responsables de la muerte de millones de seres humanos por falta de comida.


Qué duda cabe, vivimos en la era de la insolidaridad, del individualismo, del “dejar hacer, dejar pasar, el mundo va solo” (Laissez faire et laissez passer), de la codicia del dinero, que son la esencia misma del modelo económico que impera en el mundo de hoy. Empero, podemos idear otro modelo económico distinto que funcione para todas las personas y no sólo para una élite codiciosa y, así, acabar con la desigualdad y el hambre que azota el mundo.


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