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Alexandra Ames / El desafío regional como esperanza

Más de un tercio de las regiones del país aún continúan en campaña electoral. La segunda vuelta para las regiones que no alcanzaron más del 30% de los votos para elegir al próximo gobernador se ha determinado para el 2 de diciembre, por lo que estas pocas semanas que quedan son la última oportunidad para promover un mayor debate alrededor de las ideas en vez de enfocarse en la polémica que las disputas personales suelen generar.


Las elecciones regionales y municipales 2022 han pasado bastante desapercibidas pese a que nos encontramos en el vigésimo aniversario de la formación de los gobiernos intermedios como entidades responsables de la descentralización de las políticas públicas del país.


Estos niveles de gobierno han tenido muy poco espacio de análisis por la opinión pública más allá de temas recurrentes como la incapacidad de inversión pública y la alta corrupción. Concentrarse en el diagnóstico pesimista no ayuda, en lo absoluto, a buscar salidas de gobernabilidad frente a estos niveles de gobierno. Urge posicionar una agenda que oriente el desarrollo de las próximas gestiones regionales y locales.


El Perú se ha comprometido a cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 propuesta por la Organización de las Naciones Unidas y, para lograrlo, no basta con impulsar acciones desde el gobierno central. Que como sabemos, hoy son escasas. Es un imperativo que los tres niveles de gobierno identifiquen a esta Agenda como una herramienta de planificación y seguimiento que les permitirá trazar las mejores estrategias a favor de los peruanos en los diferentes territorios del país.


Por ello, los gobiernos regionales constituyen una oportunidad para reencauzar la atención y la agenda pública a aquello que realmente importa. Esta oportunidad descentralizada permitirá, además, reconocer al Perú en su diversidad y en los diferentes desafíos que cada territorio tiene de manera distinta a su jurisdicción vecina.


Frente a la ausencia de toma de decisiones para la implementación de una agenda a favor de la gente en el gobierno nacional, la mirada regional debe cobrar mayor atención y relevancia. Identificar nuestras propias brechas constituye el primer paso para realizar un seguimiento sostenido a los indicadores más relevantes que nos permitirán asegurar nuestro progreso como país.


En tal sentido, el Observatorio de Políticas Públicas de la Escuela de Gestión Pública de la Universidad del Pacífico publicará al final de esta semana un informe especial con mirada nacional, urbana y rural, pero también regional, donde se analiza el avance de cumplimiento de la Agenda 2030. Los resultados de dicho informe no son alentadores, pero puede ser un punto de partida para hacer gestión con objetivos concretos.


Las próximas autoridades regionales y sus equipos técnicos deben mirar con atención a esta herramienta que les permitirá priorizar intervenciones para dar un mayor impulso al desarrollo social y económico. Después de la crisis de la pandemia, las secuelas en los hogares más vulnerables son evidentes, por lo que los desafíos de los tomadores de decisión son mayores. El objetivo no debe estar en regresar a los niveles pre pandémicos sino en recuperar el tiempo perdido y acelerar el paso con una estrategia de gestión pública distinta a la tradicional.


Asimismo, las próximas autoridades deben saber que, si realmente están comprometidas con mejorar la calidad de vida de sus conciudadanos, deben contar con los mejores equipos técnicos para lograrlo. Estas autoridades no deben cometer los mismos errores que sus antecesores y deben ver como un ejemplo a evitar, cómo las malas decisiones del Gobierno nacional están trayendo como consecuencia el deterioro de la institucionalidad pública.


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