Con esta aseveración tan lapidaria empezamos un conversatorio con distinguidos académicos reunidos en la Donaut University of Krems en Austria, en los albores del nuevo siglo. Remembranzas actualizadas.
Las opiniones vertidas, que apoyaban este planteamiento de la mortalidad y extinción del libro tenían cinco áreas de sustento. Primero, la evidencia - tan olvidada en estos tiempos - de que todos los libros estaban siendo creados en medios magnéticos. Segundo, la disponibilidad actual tanto, de hardware como software, que permitían una manipulación sumamente sencilla y adecuada del material escrito. Tercero, la inmediatez, del acceso actualizado y sin demoras a las fuentes de información, Como cuarta razón se esgrimía el menor costo de las obras, ya que se ahorraba el ciclo físico de impresión, encuadernación, distribución, etc. y finalmente, una quinta razón adicional y capaz más relevante, en el sentido planetario, era que también contribuía a evitar la desaparición de bosques, Un poderoso ejemplo de una actitud ecológica responsable.
Argumentos aparte, se hizo referencia a que ya existen en el mercado, desde hace por lo menos dos años, una serie de equipos (hardware) que, con el tamaño de una agenda mediana, permiten el acopio, almacenamiento y manipulación de la información en forma similar a la portabilidad que provee un libro típico. (Rocket e-book). (Kindle).
Asimismo, se enfatizó en la existencia de Software que permitía que los computadores actuales pudieran tener una pantalla con apariencia de libro. Este software permite visualizar el contenido de la información como si estuviera manejando un libro común y corriente. Páginas, columnas, resaltado de textos, notas al margen, etc. (Acrobat e-book, glassbook, microsoft reader, kindle) que están disponibles gratuitamente (todavía) en la Internet.
Para mayor abundancia sobre el tema se hizo referencia al “Libro Invisible” de nuestro compatriota y laureado escritor Eduardo González Viaña que publica algunas de sus obras en la Internet desde hace muchos años.
La actualidad de la información, así como el menor costo surgieron como una verdad de Perogrullo. Era obvio y evidente que se acortaban los tiempos y disminuían los costos. Ya que era posible tener acceso a los libros electrónicos (e-Books) casi instantánea e inmediatamente y a menor precio en la red a través de las “e-Libraries” que ya ofrecen estos productos “on-Line” (Barnes&Noble, Amazon, por ejemplo, con Kindle.)
Expuestos estos argumentos, surgieron las voces discordantes, señalando que “nunca las computadoras reemplazarían al libro” debido a que este tenía una serie de cualidades “organolépticas” intrínsecas, adicionales al de ser exclusivamente portadores de información. Y que las personas jamás se acostumbrarían al uso de las máquinas para disfrutar de esa lectura entrañable de los clásicos. Un último argumento sostenía que la desaparición del libro terminaría con la “democratización” de la cultura y el conocimiento.
No se cual será el destino final del libro tal como lo conocemos; pero creo que es necesario hacer una distinción entre “libro físico” (tinta y papel) y el “e-Libro” (e-book electrónico). Tampoco sé cuál de los dos perdure, o aparezca un medio más creativo que involucre todos nuestros sentidos, atención total al mensaje. En términos de aprendizaje y asimilación plena del mensaje sería optimo, pero riesgoso - tanto como el Nobel- en caso de ser mal usado, convirtiéndose así, en su mayor peligro. Sin embargo, sí estoy seguro que el concepto “libro-acopio-divulgación” nunca desaparecerá.
Creando un nuevo paradigma libresco que nos permitiría tener menos arbolitos sacrificados y convertidos en pulpa en aras del “progreso de nuestra civilización.” A menos que volvamos a usar el cáñamo como fuente de papel.
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