(pero esta vez llueve sobre el barro)
En estas horas se espera un súbito mensaje presidencial. Se teme que volvamos a un régimen de cuarentena medioeval, como el que aplicó Vizcarra y que –sugestiva y sospechosamente- plantea el Colegio Médico.
Recordémoslo. Una cuarentena exitosa no es un ejercicio retórico, ni una bravuconada. Requiere de logística (recursos y capacidades).
Sin ellas, aglutinar a las personas en sus casas –luego del desorden sanitario de los últimos días- implica a apostar por una ulterior inmunización de rebaño (si tal fenómeno existe); y un registro adicional de miles de fallecidos en ausencia de atención en primera línea, de soporte médico covid-19 y stocks oportunos de vacunación.
A la fecha, una recesión que puede caer debajo del -15% del PBI habría disparado en forma indeterminada el tamaño de la economía informal y elevado la tasa de incidencia de pobreza en un porcentaje cercano.
Lo anteriormente señalado implicaría –económicamente- que un regreso a una cuarentena descapitalizada sería un gran error. Involucraría tirar la toalla en términos de una reactivación inteligente; y en modo tácito, encaminará a la sociedad peruana a una recesión de actividades formales prolongada.
Recesión que, al retroalimentar los contagios (en tiempos donde el ejecutivo habría avasallado el comando policial) complica -también sugestivamente- el proceso electoral en marcha.
Notemos acá que últimamente habríamos importado miles de cubanos y venezolanos.
Dios quiera que Sagasti entienda que llegó al poder rodeado de los mismos que rodearon a Humala y Vizcarra; haciéndolo reputar como el gobernante más tonto del planeta, manejando la pandemia.
Y que se atreva a desconfiar.
La cosa es clara: un diagnóstico errado es peor que el virus chino.
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