Durante los primeros días del encierro global, hace ya un año, una vez que la Organización Mundial de la Salud declarara al bicho de Wuhan como “pandemia”, se produjo un verdadero fenómeno: de repente, el mundo recuperó su belleza, el cielo se torno azul, y las aves y las flores, los ríos y los mares proclamaron su felicidad ante la ausencia repentina de la huella humana. En un instante, COVID-19 nos reveló la íntima conexión que existe entre la biodiversidad, la salud humana, el clima y la prosperidad del planeta. Conexión que un programa especial de investigación del MIT Technology Review reseña cada año en su Green Future Index, o Índice de Futuro Medioambiental.
El índice “ranquea” a un total de 76 países de acuerdo con su nivel de progreso y compromiso en la construcción de un futuro con bajos niveles de carbono, promoviendo energías limpias, renovables, tecnologías acordes con una visión de mejora continua del medioambiente y financiamiento especialmente en el marco de medidas para paliar los efectos del COVID-19, que impulsen la transformación de actividades económicas, alejándolas de los combustibles fósiles y acercándolas a las energías alternativas.
En el Top Ten de la lista figuran mayoritariamente países del norte europeo, liderados por ese pequeño país de vikingos llamado Islandia, convertida en toda una potencia en la producción de energías limpias, sobre todo las hidrotermales, y en el desarrollo de tecnologías de captura de carbono, todo lo cual le brinda verosimilitud a su objetivo de ser “neutral en carbono” hacia el 2040. Le sigue los pasos Dinamarca, el cual está tan comprometido con su objetivo de eliminar todo negocio relacionado con los combustibles fósiles hacia el 2050 que ya ha dejado de otorgar nuevas licencias de exploración de gas y petróleo. Y en tercer lugar está Noruega. El resto de posiciones en el Top Ten lo ocupan otros países de la Europa Desarrollada, pero en el puesto siete, no tan sorprendentemente, figura Costa Rica.
En general, los países latinoamericanos están a la zaga. Tres temas limitan su performance medioambiental: i) su dependencia económica (en términos de recaudación tributaria) de las actividades relacionadas con la producción y distribución de petróleo y gas; Ii) las prioridades (“cuando lo que necesitas es construir viviendas para los pobres, pocos piensan en las emisiones derivadas de la producción de cemento”); y iii) la tremenda informalidad, mejor graficada en la tala ilegal, el transporte humeante y contaminante y la minería ilegal.
A pesar de ello, Costa Rica y su posición número 7 no es la única excepción. Países como Uruguay, Chile y Colombia están dando pasos acelerados en la dirección correcta, reduciendo el total de sus emisiones, haciendo mayor uso de fuentes diversas de energía renovable y dejando en claro sus objetivos en materia de política medioambiental. El premio son sus expectantes colocaciones en el Green Future Index del MIT Technology Review: puestos 20, 24 y 25 respectivamente.
Los dos países más grandes de Latinoamérica (Brazil y Mexico) se encuentran a mitad de tabla, en las posiciones 32 y 36. Con esfuerzo y voluntad política tienen todavía un “futuro verde”. Lo mismo no se puede decir de Argentina, país que, en la posición 59, se encuentra justo al borde de aquellos países que han de “quedar a la zaga en el futuro medioambiental (verde) por su falta de progreso y compromiso hacia la construcción de una economía moderna, limpia e innovadora”.
¿En qué posición está el Perú? Lastimosamente, en el puesto 66. Para mejorar en el índice, pero sobre todo para tener la posibilidad de “un futuro verde” deberemos avanzar con decisión en la construcción de una sociedad que valore lo medioambiental, impulse las energías alternativas, apoye e impulse la innovación en tecnologías limpias, y enfrente de manera frontal las fuentes de contaminación y destrucción medioambiental derivados de la informalidad. El Perú se merece un futuro verde. En nuestras manos está el lograrlo.
Comments