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Carlos Anderson

Carlos Anderson / Anderson Sin Filtros: Comienzo de Año 

Desde la perspectiva de un 4 de enero como hoy, la fecha del 28 de Julio 2026 parece toda una eternidad.  Y es que, en la teoría especial de la relatividad del tiempo, en términos políticos, 854 días –esto es—2 años, 4 meses y un día, con certeza lo es. Una eternidad desde la cual ninguna de las certezas de hoy tendrá mayor relevancia.

 

¿A qué certezas me refiero? A varias. La primera de ellas, que en efecto un cambio de mando presidencial se dará el 28 de Julio del 2026, producto del “acuerdo” –contubernio es una palabra más precisa—entre el binomio Otárola-Boluarte—en ese orden—y las mayorías parlamentarias de derecha, centro e izquierda.

 

A pesar de la aparente solidez del “acuerdo en pro de la gobernabilidad y la democracia” (sic)—en realidad, se trata de un acuerdo con fecha de caducidad anticipada, que a medida que se vaya acercando al momento de las grandes decisiones electorales (fines del 2024) ira mostrando su inherente inestabilidad, con el agravante de que bien pudiera incluso adelantar el calendario electoral “si las condiciones son las correctas”.

 

La segunda certeza tiene que ver con la supuestamente inevitable, ineludible participación—por cuarta vez consecutiva—de la Sra. Keiko Fujimori en una segunda vuelta o “ballotage”. La diferencia está en que, esta vez, dentro del espectro político de centro derecha, “estamos todos advertidos” de las posibles desastrosas consecuencias de seguir votando por cualquiera, excepto la Sra. Fujimori, en lo que podríamos llamar el “efecto Pedro Castillo”.

 

De allí los esfuerzos—por ahora disímiles, pero con claridad de objetivo—por ir desbrozando el terreno para evitar la repetición de tan dantesco escenario y facilitar el que surjan y se consoliden por lo menos un par de candidaturas de centro derecha—donde se sitúa la inmensa mayoría de peruanos—y evitar así una cuarta elección consecutiva entre el mal fujimorista y el que en segunda vuelta sea percibido como el “mal menor”.

 

Una tercera certeza—desde la perspectiva de hoy—es que dicha candidatura o candidaturas de centro derecha estará(n) hecha(s) a contracara del que hoy es percibido como el reto mayor desde los sectores de izquierda radical—el antaurismo.  Por ello, algunos “opinólogos” y hasta uno que otro analista político no dudan en jugar con la idea de una candidatura de centro derecha encarnada en algún personaje de la farándula, recordándonos como sustento de su elucubración, el pasado como actor cómico del actual presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, olvidando la letra de ese viejo vals de Julio Jaramillo—Desdén--que dice “toda repetición es una ofensa y toda supresión es un olvido”. Las encuestas de opinión nos dicen algo diferente: que el Mesías de la centro derecha idealmente es un fiel seguidor de lo que Thomas Carlyle alguna vez denominó “una ciencia lúgubre” (Economista dixit)


 

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