Carlos Ginocchio
Carlos Ginocchio / Help, ayúdame (1 de 3)

El fenómeno de la globalización es hecho aun cuando algunos movimientos ideologizados la nieguen. Los nacionalismos están condenados a sucumbir. La tecnología domina el planeta. La Inteligencia Artificial (IA) ya no es ciencia ficción, sino una realidad que está produciendo consecuencias: los gremios de actores y guionistas en Hollywood se han declarado en huelga – la primera desde 2007 – reclamando mejoras salariales, cambios en el sistema de pago de regalías, y preocupaciones sobre los efectos de la IA en las producciones audio visuales. James Cameron – realizador de ‘Titanic’ – declaró a CTV News: “no creo que una mente sin cuerpo pueda regurgitar lo que otra con cuerpo ya dijo, y lograr emocionar a la audiencia. Esperemos unos veinte años y si una IA gana un Oscar al mejor guion, la tomaremos en serio”.
“Antena 2” de Colombia recurrió a la IA para indagar sobre las seis selecciones que clasificarán directamente al Mundial 2026: Argentina, Brasil, Colombia, Uruguay, Chile y Ecuador, aunque Google Bard excluye a Chile y Ecuador, y en su lugar coloca a Perú y Paraguay. El futuro nos dirá cuál de las dos IA es más inteligente.
Los descubrimientos científicos de las últimas tres décadas han rebasado los producidos en los veinte siglos anteriores, lo cual no les desmerece, pues la rueda, la penicilina, y la telefonía – por nombrar algunos – generaron mejores niveles de vida y satisfacciones para la humanidad. Este es el meollo del asunto. Suponemos la tecnología genera mayor comodidad y confort para el ser humano. ¿Ha sido así? Microondas, lavadoras, automóviles automáticos, nos ahorran esfuerzos. Los móviles permiten comunicarnos de inmediato, incluso con el extranjero (en el siglo XX una llamada telefónica desde una provincia hacia la capital demandaba una espera de 2 horas), y han reemplazado a las máquinas fotográficas y de película, almanaques, calculadoras, grabadoras, despertadores y relojes, a costos menores a los desplazados. La Medicina ha tenido un avance extraordinario, desterrando intervenciones invasivas, sustituidas por procedimientos más puntuales e indoloros, por lo que la esperanza de vida, en los últimos 50 años, aumentó desde 46.5 hasta 71.7 años.
Con todos esos adelantos, ¿por qué tenemos menos disponibilidad de tiempo, mayores tensiones, angustias, ansiedades y sobresaltos?, ¿por qué son más escasas las reuniones con nuestros seres queridos, y la familia se encuentra más separada?, ¿cuál es la causa de mayor sensibilidad e hiperestesia?, ¿por qué llamar ‘negro’ a alguien de su raza, o ‘enano’ a quien es de baja estatura, significa una ofensa, cuando en mis épocas escolares Claudio y Richard nunca se ofendieron por llamarlos así hasta nuestros días, y nuestra amistad continúa sazonada en reuniones con cebiches y ‘chelas’?
Nos hemos convertido en una sociedad consumista y materialista, como designaban algunos a los Estados Unidos del siglo pasado. Los valores que cuentan son los del bolsillo. Groucho Marx más vigente que nunca: “Éstos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros”. Son tales los cambios – más apropiadamente, cambalaches, recordando a Santos Discépolo - que aparecen chanzas como la siguiente: “antes los padres tenían 3 o 4 hijos, hoy estos tienen 3 o 4 padres. ¿Será por el cambio climático?”. Los cuatro jinetes del Apocalipsis de Vicente Blasco Ibáñez, en su esplendor (La Guerra, el Hambre, la Peste, la Muerte) y se le agregan el ‘Miedo’ y la ‘Depresión’.
Andrés Oppenheimer publicó ‘Sálvese quien pueda’ en 2018, el futuro del trabajo en la era de la automatización, reseñando profesiones y oficios que desaparecerían, y las que tendrían actualidad. No mencionó dos que cada día adquieren más relieve: el auto ayuda y las religiones.
La historia comenzó hace casi 100 años, cuando el empresario y escritor Dale Carnegie (Estados Unidos, 1888-1955) publicó, en 1936, ‘Cómo ganar amigos e influir sobre las personas’, vendiendo más de 15 millones de ejemplares (sueño de un Nobel de Literatura), y posteriormente, ‘Cómo suprimir las preocupaciones y el estrés’ (1948), ‘Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida’ (1948), y ‘El camino fácil y rápido para hablar eficazmente’ (1962), además de su programa de auto ayuda franquiciado en todo el mundo, sus presentaciones de alto impacto, y su curso de ventas, tema que sería el de mayor presencia en este tipo de publicaciones, como demostró ‘El vendedor más grande del mundo’ de Augustine ‘Og’ Mandino (Estados Unidos, 1923-1996), publicado en 1968, y que ha sido traducido a 22 idiomas con 40 millones de ejemplares vendidos. No puedo dejar de mencionar a Napoleón Hill (EE. UU., 1883-1970), autor de ‘Piense y hágase rico’, publicado en 1937, durante la recesión, que ha vendido más de 15 millones. Pruebas que no era necesaria una preparación académica para hacerse rico, bastaba la osadía, con lo cual no desmerezco a quienes lo logran con trabajo, inteligencia, y creatividad.