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Carlos Ginocchio / La espada de Damocles


En el siglo IV A.C, en la Siracusa (Sicilia) del tirano Dionisio I, un cortesano adulón -como los muchos que hoy y siempre rodean al poder – llamado Damocles, afirmaba públicamente lo feliz que debía ser Dionisio, por su poder y riqueza. El tirano, al enterarse, le propuso intercambiar roles por un día. Una vez acordado se produjo un banquete en el cual Damocles fue tratado como un monarca, pero al final, reparó en una espada colgada sobre su cabeza y sostenida solo por una crin de caballo. De inmediato, solicitó retornar a su papel original, declarando no se sentía favorecido. Dicho sea, Dionisio I consolidó a Siracusa entre las más importantes de Grecia, enfrentándose a Cartago. La espada nunca se descolgó, y falleció a los 63 años, pero sí envenenado en un banquete, luego de su derrota en Lilibea (hoy, Marsala).


El Ejecutivo, con mayor responsabilidad, y el Congreso nos han colocado en la situación de Damocles, acorde con la definición de la RAE sobre la espada: amenaza persistente de peligro. La madre del cordero está en la propuesta de cambio de Constitución, y por medio de una asamblea constituyente. Las encuestas revelan que son muy pocos los peruanos que están de acuerdo con dicha proposición. El pueblo es sabio y prioriza la atención de necesidades más importantes y urgentes, como seguridad, empleo, salud, y educación; no obstante, cuenta con defensores que están convencidos que con una nueva carta magna hasta el Alianza Lima podrá ganar a nivel internacional, y quienes la defienden como si se tratase de la Biblia. Apostaría que al menos 90%, entre unos y otros, ni siquiera la han leído, incluyendo a sus argumentadores públicos.


Pruebas al canto. La actual Constitución prohíbe monopolios, oligopolios, y abusos de concentración de propiedad que, de hecho, existen, mas para ello basta legislar al respecto, con normas que realmente protejan al consumidor, eviten los abusos comunes y frecuentes de instituciones como las financieras, telecomunicaciones, aviación comercial, educativas, y farmacias. El tema de la subsidiariedad no inhibe al Estado de participar en actividad comercial en las zonas donde no estén los privados, y en el caso de los fertilizantes, a través de sus organismos de crédito (Agrobanco y AgroPerú), financiar a cooperativas agrarias sólidas (que las hay), con tasas de interés preferenciales, para la importación de urea, estableciendo reglas para su venta a los pequeños agricultores que las integran (promueve la asociatividad), y exonerándolas de impuestos, entre otros procesos. El retorno de los créditos se haría warranteando el producto. El tema del gas depende más que de los contratos firmados, de la disposición a invertir en la infraestructura para distribuir a los hogares.


Independiente a las reales intenciones (eventualmente, ocultas) de quienes proponen la asamblea constituyente, lo cierto es que el cambio de un documento por sí solo no genera progreso, que el tiempo para modificarlo produce incertidumbre y no promueve inversión y empleo, y que sí son necesarios los cambios, pues la economía social de mercado que establece la actual Constitución no ha funcionado, pues este tipo de modelo, además de las variables macroeconómicas para una economía sana, proscribe monopolios y oligopolios, y fomenta instituciones estatales de Desarrollo para aplicar políticas que contribuyan a la articulación de los pequeños emprendedores a los mercados. Entre quienes se oponen a una asamblea constituyente, la mayoría están de acuerdo que sí son necesarias algunas modificaciones.


La solución es formar una comisión en el Congreso para debatir cuáles serían las modificaciones. Es claro son posibles los acuerdos entre bancadas totalmente opuestos, como se ha visto en el caso del transporte, legislación electoral, y Sunedu. En este último caso, considero que todos los integrantes de la directiva de la Sunedu, deberían ser aprobados por el Congreso, solo con mayoría simple que, además, cuente con votos de al menos integrantes de la mayoría de las bancadas elegidas inicialmente (ejemplo: si el Congreso inició con 9 bancadas, los 66 votos deben provenir de integrantes -aunque no sean todos – de al menos 5 bancadas). De paso, aún existen programas de universidades licenciadas que no cuentan con nivel, según sus propios alumnos, y el siguiente paso es eliminar las exoneraciones a las que aún cuentan con esta protección.


Atendamos el caso de lo que está sucediendo en Chile, por la inclusión de cambios extremos, y por la baja calificación del actual gobierno, cuya popularidad se ha deteriorado sustantivamente en un mes, es probable no se apruebe las sugerida nueva Constitución. Chile, Colombia, y Perú no son la Cuba de los 60’ o la Venezuela de los 90’, en el siglo pasado. Millones de pequeños emprendedores salieron de la pobreza en el siglo XXI y conocen el éxito, por lo que desean mantenerlo, corrigiendo los problemas anteriormente mencionados. Olvidemos las menciones de ‘derecha’ o ‘izquierda’, caducos en mi opinión, y tengamos claro lo importante son medidas que atraigan inversión que beneficie a las poblaciones y al Estado, y respete el medio ambiente y las costumbres locales, por supuesto sin corrupción. La idoneidad de un cambio está en relación directa al producto de su calidad por su aceptación. Lo contrario no es sostenible, y rompe el hilo de la espada de Damocles.


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