Es importante involucrar en la atención al pequeño productor agrario a todas las instituciones financieras, y una segunda medida está en que en que el Estado antes de disponer de efectivo a las ifis para líneas de crédito, disponga fondos de cobertura hasta determinado porcentaje de los créditos otorgados a este sector, con exigencias en la tasa de crédito y en los montos máximos a cubrir, como penalidades a las ifis que incumplan o maquillen los términos de referencia. Con estas dos medidas el riesgo se reduce, y con este la tasa de interés.
De esta manera las IFIS – y hasta la banca comercial – destinarán un mayor porcentaje de sus colocaciones al sector que estamos tratando, y con el incremento del financiamiento, el clima social mejorará en las zonas rurales, se hará más factible la formalización, y se estará combatiendo la pobreza (41.1% en 2022 en las zonas rurales según INEI); no obstante, y paralelamente, es necesaria una investigación sobre el aspecto financiero en los productores, como para establecer cuántos de quienes se encuentran en subsistencia son realmente productores agrarios con interés de negocio, y de esta manera diseñar programas efectivos de asociatividad, orientados al mercado.
Estas decisiones no invalidan la importancia de contar con una banca de Desarrollo orientada al sector, aunque con parámetros como los siguientes: a. créditos únicamente a quienes no acceden al sistema financiero formal; b. créditos preferentemente a productores organizados, como lo hace el líder de la banca de Desarrollo agrícola en donde está presente (Rabobank); c) tasa de interés preferencial, pero de mercado (entre 8% y 12%) que no los haga dependientes de esta banca; d) establecer un límite de recurrencia (cantidad de veces que se le otorga financiamiento a un productor), para prepararlo en su ingreso al sistema comercial; e) el financiamiento debe establecer una línea base para conocer cuánto ha beneficiado al productor el crédito; f) incluir en el crédito un monto adicional para su capitalización con la adquisición de alguna herramienta pequeña que le facilite sus campañas (sierras, hachas, palas, azadores, machetes, picos, macanas, chuzas, limas); g) implementar productos como ‘Profundización Financiera’ que obtuvo el premio al mejor producto de inclusión financiera en América Latina por parte de la Asociación Latinoamericana de Instituciones Financieras de Desarrollo-ALIDE, integrada por 85 bancos de 22 países de América Latina y el Caribe, Europa (Alemania, España, Francia, Portugal), Canadá, India y Rusia. Este producto integra a municipalidades y organizaciones del sector rural para la evaluación de potenciales pequeños productores sujetos de crédito y su seguimiento.
Una política adicional consiste en el impulso a la actividad forestal – y agroforestería - que generará empleo en zonas de sierra y selva, para lo cual se requieren líneas de crédito a largo plazo y costos asequibles, ya que el retorno de la inversión exige varios años. Las AFP – en la medida que no se continúe desangrándolas – podrían ofrecerlas con el aval del Estado, y este a la vez garantizado por activos reales de los inversionistas, a los que dadas las ventajas concedidas se les exigiría la asociación con las comunidades nativas y campesinas propietarias de las tierras, que en el Perú tenemos organizaciones de este tipo formales y responsables.
En Chile, las plantaciones forestales cubren una superficie aproximada de 3,11 millones de hectáreas, equivalentes al 17,27% del total de bosques de Chile, con monocultivos de pino y eucalipto que abastecen una industria forestal que le permite ser el segundo productor de celulosa en América Latina. Genera 3,5% del PBI, 12,5% de las exportaciones, y 300 mil empleos.
El Estado tiene un desafío importante coordinando con las ifis, y para ello necesita una banca de Desarrollo sólida, que cuente con presencia en las regiones más alejadas del país, indicadores sólidos, captación de recursos baratos, tecnología de primer nivel, y el recurso humano capacitado y con experiencia.
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