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Elizabeth Zea / Las heroínas de la pandemia

La pandemia de la COVID 19 puso a prueba la capacidad de respuesta de los Estados a nivel mundial frente al impacto económico y al desafío de la desigualdad incrementada ante el desempleo, la falta de acceso a servicios de salud y de educación, afectando de forma diferenciada a las mujeres y otros grupos vulnerables, así como a los hogares con menores ingresos.


En el Perú, a pesar de los esfuerzos desplegados para contener la pandemia y las políticas de ayuda social emprendidas, muchas familias que no resultaron beneficiadas con bonos y otros subsidios han recurrido a la ayuda solidaria y espontánea que surgió de la sociedad civil, propiamente, de mujeres organizadas y decididas a hacerle frente al hambre y así, proveer a las familias de su comunidad de desayunos y almuerzos. Como diría, Rosita de la Olla Común Nueva Esperanza “cuando el estómago de nuestros hijos suena, no podemos sentarnos a esperar”.


Las ollas comunes son una modalidad de auto organización social con fines alimentarios que se ha extendido a nivel nacional. El sistema Mankachay Perú a la fecha registra 2500 ollas comunes, estando sólo 2000 de ellas en Lima. Este primer paso es muy importante, pues hace posible el acceso a vales de consumo para dotación de gas y alimentos en mercados de abastos. En su realización, es muy importante que se sumen las empresas.


Son mayormente mujeres, las que están detrás de la organización de las ollas comunes. En su mayoría, madres de familia, al cuidado de sus hijos y/o de sus padres adultos mayores. Ellas dedican como mínimo 6 horas al día distribuidas entre la compra de los alimentos, cocinar los alimentos y el reparto de las raciones que pueden superar los 200 platos. Horas que no son remuneradas, sacrificio de amor que no es reconocido ni valorado.


Ellas cocinan a leña, en locales prestados e improvisados, con techos de calamina, sin servicios de agua y desagüe. Pero, la comida siempre está a tiempo, calientita y rica de puro amor. Al terminar, ayudan a sus hijos con las clases del colegio. Algunas hacen trabajos manuales que mas tarde venderán en el mercado o entre sus amigos, ganándole tiempo al tiempo, mientras esperan al camión cisterna o al carrito de la leña.


Estas expertas en seguridad alimentaria saben que la alimentación es un derecho, que ellas son agentes de cambio social. Son nuestras heroínas de la pandemia.


Referencias:

La autora es Directora del Instituto de Derechos Humanos y Desarrollo de la USMP


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