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Ernesto Gamarra / El jardín pronto floreció 

Ernesto Gamarra

Los congresistas que pasaron por la oficina de Montesinos dieron sus frutos casi de inmediato, lo que confirmó lo declarado por el Doc. En julio de 2000 fue elegida como presidenta del Congreso la fujimorista Martha Hildebrandt con 70 votos. ¿Cómo fue esto posible si su partido tenía solo 52 escaños? De los 18 votos “extra” se comprueba que, aparte de los 9 tránsfugas ya evidenciados, convictos y confesos, se sospechaba que había otros 9 que, siendo de “oposición”, habían votado a favor de la candidata de Montesinos. Los 46 votantes en contra de la candidatura de Martha Hildebrandt mostraron sus votos antes de depositarlos en el ánfora, lo que sirvió para descubrir quiénes eran los nuevos jales del gobierno.

 

Un mes después de la elección de Hildebrandt, se presentó el gabinete recién conformado, con Federico Salas Guevara a la cabeza. Nuevamente, la votación que lo apoyaba excedía a los votos que tenía el partido Perú 2000. Es decir, eran los propios de Perú 2000 sumados a los que públicamente habían renunciado a sus partidos. Luna Gálvez, por ejemplo, votó dándole la confianza al primer ministro Salas y justificó su voto diciendo que quería creer en la buena voluntad del gabinete. Por supuesto, nadie le creyó su versión.

 

Días más tarde, también cuando se presentó la moción de censura contra la presidente del congreso Martha Hildebrandt, Luna Gálvez nuevamente justificó su voto contra la censura de manera contundente y tautológica, diciendo: “El que tiene mayoría, tenga mayoría”.

 

Tres votaciones que se consideraban importantes, contaron con el respaldo de Luna en el Congreso: que juramentara Fujimori; que el fujimorismo consiguiera la presidencia del Congreso; y que todas las comisiones del Congreso fueran encabezadas por el fujimorismo. Como consecuencia de ello, los fujimoristas obtuvieron el control

total.

 

Matilde Pinchi Pinchi y los capitanes, para pesar de muchos, también confirman pagos ante la comisión Waisman y esto, quizá, contradiga la versión de José María Salcedo en su obra El libro de las sospechas, es Matilde Pinchi quien sí mostró una buena y pareja memoria en su declaración al dar los nombres de los congresistas que visitaron a Montesinos y cambiaron de camiseta a cambio de favores. En esa ocasión, brindó detalles de su relación con Montesinos y de los honorarios que le pagaba por asesorar a sus empresas de bisutería. Mencionó tangencialmente haber visto congresistas y ministros en las oficinas del Servicio de Inteligencia Nacional. Al escuchar esto, Anel Towsend, como impulsada por un resorte, la interrumpió y le preguntó: “¿Congresistas; cuáles?”.

 

La testigo se sintió aterrorizada. Miró hacia todos lados y al ver la presencia de la prensa y curiosos, afirmó que diría los nombres, pero suplicó hacerlo de manera reservada, a lo que el presidente de la comisión accedió. En esa sesión libre de extraños, efectivamente, dio los nombres de casi todos los congresistas que habían visitado a Montesinos para arreglar su cambio de partido, como este último lo confirmó.

 

Ante la comisión, presidida por Daniel Estrada, volvió a dar los nombres con menos temor del que sintió antes, en vista de que ya se conocía la versión de Montesinos ante el juez. Y no solo dio los nombres, sino que, de puño y letra, redactó la lista de casi todos los congresistas “topos” o tránsfugas; asimismo, puso la cifra que habían recibido para volverse gobiernistas.

 

Magnífica iniciativa del grupo de trabajo que lideraba Daniel Estrada que se dejó registrada mediante una grabación, además de un documento escrito y firmado por la señora Pinchi Pinchi, en el cual corroboraba lo testimoniado.

 

Entrega del dinero en miles de dólares

En el documento aparecen veinticuatro nombres: diez sin la cantidad de dinero recibida, y catorce con las respectivas cantidades: Martha Chávez, Sovero Taira, Vara Ochoa, Luz Salgado, Carmen Lozada y Martha Moyano, entre otros. En algunos casos, puso también los nombres de quienes los habrían llevado hacia el redil. Este grupo fue bautizado como “La bancada del SIN”.

 

Mal pueden decir, como lo hizo José María Salcedo, lo siguiente: Sorprendentemente el 27 de noviembre del año 2000 la memoria de Matilde Pinchi Pinchi resulta francamente débil y llena de lagunas.

 

Sorprendentemente porque la memoria irá mejorando a medida que el tiempo transcurra. Es decir, los hechos o supuestos hechos, cuanto más lejanos en el tiempo, más claros en su memoria.

 

Lo que en realidad ocurrió es que lo que mejoró fue su valor; mejor dicho, el tiempo le hizo perder el miedo. Recuerdo —como lo debe recordar el propio Waisman— que mientras desalojaban la sala en donde iba a continuar la sesión reservada de la comisión, la señora Pinchi Pinchi nos dijo temblorosa que uno de los congresistas a los que había visto con Montesinos en el Servicio de Inteligencia se acababa de retirar de la sala donde estábamos. Cuando el propio Waisman le preguntó a quién se refería, señaló a José Luna Gálvez. No era, pues, un problema de memoria. Era un problema de estado de ánimo: tenía miedo, temor.

 

Ella era la encargada de recibir la orden de Montesinos sobre el dinero que se iba a entregar. Por esa razón, al igual que la señora Arce, sabía a quiénes se lo había dado. En algunos casos no conocía a los visitantes del SIN por sus nombres, pero sí los reconoció cuando, luego de sus visitas, aparecieron las fotos de estos en los medios de comunicación. Esto hizo que ella reconozca a quiénes su ex jefe les había encargado preparar sobres con dinero. Ratifica eso sí, que a Eduardo Farah, cuyo apellido ella lo escribe Fara, no le dieron dinero o por lo menos a ella no le consta. Por si alguien dudara de la función que cumplía la señora Pinchi, luego citaremos textualmente su versión ante la Comisión Investigadora donde no deja duda del papel que ella desempeñaba.

 

Matilde Pinchi Pinchi, como no podía ser de otra manera, fue atacada duramente por quienes fueron acusados por ella de visitar el Servicio de Inteligencia y pactar con Vladimiro Montesinos. A través de diversos medios trataron de desacreditar sus versiones incriminatorias, pero no se arredró. Siguió mencionando, uno a uno, a los que ella había visto visitando los aposentos del asesor presidencial y a los que habían recibido favores de éste. No le importó si eran importantes políticos, periodistas, militares e incluso, artistas de la televisión como fuera el caso de Laura Bozzo. Dicho sea de paso, con ella protagonizó una confrontación en la base naval del Callao en donde se llevó a cabo el proceso contra la conductora de televisión. En esa ocasión, la señora Bozzo no pudo doblegar a la señora Pinchi, quien no solo insistió en su versión de que Laura Bozzo había recibido dinero, sino que, incluso, contó que se quedaba a dormir con Vladimiro Montesinos en el Servicio de Inteligencia Nacional.


 

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