El domingo pasado, primero sin cuarentena, nos sorprendió el mensaje del Presidente de la República, anunciando un nuevo referéndum para preguntar al pueblo si estaba de acuerdo o no con la inmunidad parlamentaria, el mismo que se realizaría conjuntamente con las Elecciones Generales de 2021.
Se trataba de un nuevo enfrentamiento, con el púber Congreso de la República, electo a pie forzado, después que con el aplauso de los populistas y hasta del Tribunal Constitucional (TC), cayera el anterior como cayó Pedro Pablo Kuczynski y la segunda vicepresidenta Mercedes Aráoz, hechos no menores de la historia política recientísima que el único sobreviviente quisiera enterrar, pero que el fantasma de una democracia herida y asustada lo persigue como un gafe.
Es por eso que el gobierno va de tumbo en tumbo, con un gabinete que, más que ayudarlo, parece estorbarlo, sobre todo ahora que, en plena pandemia, con una cifra de muertos que rápidamente alcanzará los 12 mil -oficialmente- en menos de 4 meses; lo único que se le ocurre es volver a la arena política pura y dura y exigir la Reforma del Estado -sí o sí- la misma que le han redactado los “notables” de la Comisión de Alto Nivel; que, a propósito, presidía una persona quien -según grabación que corrió en redes- habría reclamado airada a un periodista por publicaciones relacionadas con el Ministerio de Justicia.
A esta llamada de atención a los representantes, se sumó también la presidenta del TC, quien después argumentó en contrario defendiendo sus fueros; pero lo que nadie esperó es que el púber Congreso, se armara de valor y respondiera incluyendo en la Reforma, tanto la inmunidad parlamentaria, como también las “gracias” presidenciales, ministeriales y de todos los burócratas que, en razón de sus altos cargos, las poseen. “Todos, o ninguno”, fue el mensaje del Palacio Legislativo, expresado con más o menos palabras, con más o menos gestos, con más o menos aspavientos; pero con firmeza.
Fue entonces cuando le hicieron el cargamontón de siempre, convirtiendo una vez más el Primer Poder del Estado en el malo de la película, usando los parlantes de los mismos medios de siempre, esos que hace tiempo portan banderillas políticas. Los honorables consejeros de la Comisión de Constitución renunciaron, pero los parlamentarios no dieron su brazo a torcer, haciendo del anunciado referéndum, una actividad innecesaria.
Así es nuestra democracia, tan débil y asustada que cuando se hinchan los hígados de los inquilinos de los Palacios -Legislativo o Ejecutivo- producen verdaderos terremotos políticos que no se sabe en qué van a terminar. Pero, como Dios es peruano, como decimos, las aguas se calman con reuniones del llamado Consejo de Estado y, sobre todo, porque la realidad nos empareja el suelo.
Seguidamente, el Presidente de la República, como ya correspondía hacerlo, ha convocado a elecciones generales para el 11 de abril de 2021, con lo cual parecen haberse tranquilizado los egos políticos. Siempre la posibilidad de cambios nos da la esperanza que serán para mejor, aunque después los resultados sean distintos.
Merecía una pequeña crónica esta semana; porque es la muestra de cómo, en un dos por tres, nuestra asustada democracia parece que se va a ahogar, a manos de quienes, desde las alturas del poder político, juegan a convertir nuestro Perú en un país inviable, con glorias pasadas; pero sin razón actual ni destino. Más respeto por los enfermos y los muertos del Covid-19, más respeto por las familias que sufren, no es momento más que de apoyarlos.
Comentarios