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Fabiola Morales / Que la sangre no llegue al río


(Publicado previamente en el diario Expreso)


Contra todo pronóstico, naufragó el nuevo gabinete. Aun con el apoyo de los fujimoristas en el Congreso (12 a favor y 2 en contra), Pedro Cateriano no pudo obtener la confianza necesaria para convertirse en presidente del Consejo de Ministros (PCM) y formar equipo en el Ejecutivo para acompañar al presidente Martín Vizcarra. La sesión que culminó el martes 4 de agosto a las 6 de la mañana, arrojó una gran mayoría de luces rojas y ámbar en el tablero electrónico del Parlamento; ese día, el Gobierno se desayunó con el café más negro y frío de toda su corta historia.


A las 11 del día, un solitario Presidente aceptó la decisión del púber Congreso; sin embargo, no fue un buen perdedor, como mandan los buenos modales de toda democracia, sino que dejó entrever en sus palabras que los parlamentarios, se habría negado a dar la confianza a su gabinete, por cálculos y razones particulares de congresistas, dueños de universidades, en relación a las exigencias de la Sunedu (Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria). Suponemos que sin contar bien los votos que, en realidad, sobrepasan en número, al supuesto “lobby-educativo”.


La respuesta del presidente del Congreso, Manuel Merino, no se hizo esperar y, al siguiente día, convocó a una conferencia de prensa para rechazar con energía la acusación de “chantaje” venida desde el Ejecutivo, de una forma más o menos velada en palabras; sin embargo, fue una acusación anunciada a viva voz y a toda garganta por las voces y los parlantes de algunas “estrellas” mediáticas, demasiado cercanas a Palacio y, sobre todo, al renunciante PCM, como para no “sospechar” de dónde partían. Un paciente y calmado Merino se transformó en león en defensa de sus fueros.


El 6 de agosto, día en que se conmemora la gloriosa Batalla de Junín en la llamada meseta de Bombón, el presidente Vizcarra tomaba el juramento al nuevo gabinete que presentará al Congreso para solicitar el voto de confianza; en esta vez, presidido por el general de División (r) del Ejército Peruano, Walter Martos Ruiz; tal vez, una señal de tambores de “cuco” al Legislativo, según lo hicieron notar comentaristas cercanos al gobierno, ojalá se equivoquen, ya que el Perú no está para jugar a medir fuerzas políticas entre los poderes del Estado.


Pero lo que sí es un hecho provocativo, por parte del Gobierno al Congreso, es conservar, en el nuevo Gabinete, a dos ministros que serán interpelados y hasta, eventualmente, censurados: el ministro de Educación, por el fracaso en la compra de 960 mil tablets para las clases on line de los estudiantes de las zonas rurales. Y la ministra de Economía y Finanzas, por supuesto favorecimiento a una empresa familiar. ¿Cuál es el mensaje del Presidente, en este punto? Porque sería penoso que los exponga a un supuesto maltrato, sin razón ni motivo.


Ojalá, la sangre no llegue al río -como dice el dicho- porque provocaciones como éstas -de cambiar sólo a 5 miembros del Gabinete anterior y entre ellos dejar a dos ministros cuestionados por el Congreso y la opinión pública- pudieran provocar una crisis política mayor que sería el pretexto para embarcarse en una aventura totalitaria populista que sería la estocada final al país.


Estamos con cifras crecientes de contagios y fallecimientos por el Covid-19. Los enfermos mueren por falta de oxígeno. La economía necesita de atención urgente. Se han perdido muchos puestos de trabajo. Son estos los temas que requieren de urgente atención. Los ciudadanos exigimos soluciones.


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