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Fabiola Morales / En busca de líderes


A lo largo de siglos, se ha afirmado que “el poder viene de Dios” y en muchas monarquías, como la británica, todavía persiste una ceremonia de entronización, como fue la del rey Carlos III. Más adelante, se trasladó al “pueblo” el principio del poder, pero asegurando popularmente que “vox pupuli, vox Dei”: la voz del pueblo es la voz de Dios.


Es importante esta referencia, de nuestra cultura occidental, porque, hasta nuestros días, se manifiesta en la juramentación de los cargos de poder frente a un Cristo crucificado, al que se le promete cumplir con lo encomendado, “por Dios y por la Patria”, al punto que, si no se cumple, se advierte que “Dios y la Patria se lo demanden”. Sin embargo, todos estos juramentos y promesas, contrastan con la conducta, tantas veces corrupta, de quienes han ejercido o ejercen el poder político en contubernio con el poder económico y mediático; porque, no solo son los políticos quienes defraudan la confianza que se les otorga, sino también, otros estamentos de poder acostumbrados a que “todo se compra y todo se vende”.


El caso “Odebrech”, como el de los “Mocha sueldos” o al que denominan “SadaG”, no solo involucra a políticos, sino también a la empresa privada y personajes mediáticos en quienes confiamos; pero para más ofensa, pretendieron ocultar o maquillar su participación en estos actos corruptos, hasta que las evidencias y pruebas, fueron cayendo gota a gota.


“En resumen, hoy el Perú es un organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus” escribió Manuel González Prada en 1888. Tantos años de corrupción y las nuevas generaciones, en las que este escritor confió: “¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”; también, como algunos de sus antepasados, ahora se empeñan en obtener el poder para robar, pagar coimas millonarias para “negociar” beneficios, ocultar la verdad y no denunciar para “ganar alguito”.


¿En qué estamos fallando como nación, como personas que provenimos de una cuna, principalmente, inca e hispánica y hemos recibido una rica herencia cultural y humana: “Ama Sua, Ama Llulla, Ama Qhella”, ¿principios a los que se suman los 10 mandamientos de Moisés, resumidos por Cristo en dos? Desde mi punto de vista, la educación permanente es la clave; por tanto, ningún peruano debe ser ajeno a esta realidad que, pareciera premiar la conducta corrupta, no podemos cansarnos de hacer docencia, de esforzarnos toda la vida por mejorar, empezando por nosotros mismos, y ayudando a quienes tenemos cerca o a quienes podamos llegar por distintos medios.


Los países que han logrado mayor crecimiento, con mucho menos riqueza y recursos naturales que el nuestro, es porque han sabido educar a sus ciudadanos desde el punto de vista ético y no se permiten una acción dañina con facilidad, aunque suponga más esfuerzo.


No podemos conformarnos a que el Perú, parafraseando a Vallejo, sea un cadáver que siga muriendo. “No mueras, te amo tanto” / Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo!, escribió el poeta.


Las nuevas elecciones serán una oportunidad para discutir programas de gobierno; pero, sobre todo, para presentar a los ciudadanos, líderes confiables, que los hay y muchos; porque la crisis que vivimos, no es una crisis de ideas, sino una crisis de personas que estén dispuestas a ejercer un liderazgo trascendente y servir a la Patria.


“Entonces todos los hombres de la tierra lo rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; incorporándose lentamente, abrazó al primer hombre; echóse a andar”, concluye entusiasta Vallejo en “Masa”.


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