El gobierno actual y su partido, pareciera que no tienen más objetivo que la convocatoria a una Asamblea Constituyente que, sobre todo, cambie el Régimen Económico de la Carta Magna, en un afán de que “no haya más pobres en un país rico”; pero si bien este texto respalda la libre inversión privada, afirma también que se debe realizar en el contexto de una economía social de mercado (ESM).
Se lee en la Constitución: “La iniciativa privada es libre. Se ejerce en una economía social de mercado. Bajo este régimen el Estado “orienta” el desarrollo del país, y actúa principalmente en las áreas de promoción de empleo, salud, educación, seguridad, servicios públicos e infraestructura.”
Los constituyentes fueron inspirados por el pensamiento de Ludwing Erhard, el ministro de Economía alemán, que pasó a la historia por su célebre reforma político-económica que puso las bases para la recuperación de su país después de la II Guerra Mundial.
Erhard se propuso armonizar el espíritu de libertad económica y de apertura comercial internacional, con la búsqueda de un equilibrio en el orden social; una economía que tenga como base una sociedad integrada -distinta al liberalismo clásico- cuyo objetivo era superar el concepto de la ley de la oferta y la demanda, para apostar por un orden social y económico con un trasfondo antropológico y ético, a favor del bien común, antes que a la sola ganancia.
Cuando el marco de ordenamiento de nuestra economía, se refiere a la ESM, puntualiza que debe servir al bienestar de todos, no de un individualismo económico, que la mano invisible conduzca “indirectamente” al bien común; sino que la economía, debe ser por sí misma “social” en cuanto a su dinámica, porque persigue “directamente” el bien común. “Erhard consideró la economía como un ámbito o aspecto central de la vida humana, que debe ser adecuadamente ordenada por la autoridad política para que las condiciones sociales se desarrollen hasta una situación satisfactoria; y para que la cultura y la “calidad de vida” alcancen una firme raigambre.” Según Máximo Miralbell.
Los comerciantes llamados “ángeles del oxígeno”, expresan uno de los más recientes y mejores ejemplos de la práctica de una economía antropológica y ética; es decir, enraizada en el aprecio por la dignidad humana y, en consecuencia, por una conducta comercial de acuerdo a esos valores.
Cuando en la pandemia se necesitó con urgencia balones de oxígeno estos hombres, siguieron vendiéndolo al mismo precio y al mismo ritmo de siempre. Contradiciendo la “ley de la oferta y la demanda” que hubiera justificado un alza del precio, frente a la subida de la demanda, prefirieron favorecer directamente el bien común; asimismo se negaron a la práctica de una conducta contraria a la ética, porque no falsearon ni escondieron el producto para venderlo a alto precio, aprovechándose de la necesidad.
La que Erhard llamó ESM tenía como objetivo una vida digna para todos, “gracias a una política monetaria, financiera y crediticia -bajo el régimen de la autonomía del banco emisor- que tenga como objetivos el equilibrio de la balanza de pagos, el mantenimiento de la estabilidad monetaria, el crecimiento económico continuo y el pleno empleo”, refiere Miraball. Cuatro pilares sobre los que el ministro del “milagro alemán” no sólo teorizó, sino que llevó a la práctica con el éxito.
No se trata de cambiar la Constitución, ni menos el espíritu y la letra de su capítulo económico, sino de “no sacarle la vuelta” permitiendo prácticas económicas monopólicas, avaras o corruptas que ignoran que la economía está al servicio de la persona, la sociedad y el bien común.
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