Fabiola Morales / No acaba con salida de Boluarte
- Fabiola Morales
- hace 4 horas
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Hay gotas que derraman el vaso, y ello se cumple con la precipitada vacancia de la expresidenta de la República, Dina Boluarte, a consecuencia del ataque con ráfagas de disparos recibidas por el grupo musical Agua Marina, en el Círculo Militar de Chorrillos, en el que resultaron heridos cuatro de sus integrantes, ahora fuera de peligro.
Las bancadas que sostenían su gobierno, particularmente Fuerza Popular, Alianza para el Progreso y Podemos, por el número de sus votos, le dieron la espalda planteándole la moción de vacancia que prosperó de manera casi unánime, al sumarse otras dos más. No hubo mayor espacio para el debate ni para que la sucesión fuera más conversada. José Enrique Jerí, entonces presidente del Congreso, con menos de tres meses en ejercicio, fue elegido por sus pares para reemplazar a Boluarte, de manera exprés.
Jerí es el cuarto presidente de la República de transición que es electo por el Congreso en lo que va del siglo XXI, sumándose a Valentín Paniagua, Manuel Merino y Francisco Sagasti. Como en el caso de Merino, asume el cargo directamente, sin que medie la elección de una nueva Mesa Directiva ni la figura de otro parlamentario de consenso, a pesar de que algunos congresistas con más experiencia lo solicitaban.
Se dice que a Jerí le plantearon la renuncia para ir a una candidatura de consenso, y hasta hubo un intento de censurar la Mesa Directiva para pasar a ese escenario; pero quien había asegurado que “estando tan cerca de concluir un mandato sería irresponsable optar por una vacancia” cedió a la tentación del poder sin pensarlo demasiado. No siempre se presentan esas “oportunidades”, pensaría.
Todo el proceso de vacancia y sucesión se precipitó aún más cuando Dina Boluarte, más allá de la 1 de la madrugada, anunció que no acudiría al Congreso a ejercer su legítima defensa, conforme le correspondía, porque aceptaba la votación de los 125 parlamentarios por la vacancia. Fue entonces que, rápidamente y antes que concluyera su despedida, Fernando Rospigliosi (FP), entonces primer vicepresidente, colocaba ya la banda presidencial a su sucesor.
Con este paso, el Congreso, que ya “gobernaba” indirectamente, sosteniendo con sus votos la Presidencia, decidió tomar directamente las riendas del poder Ejecutivo. De una forma de gobierno presidencialista se salta, otra vez, a uno parlamentarista de hecho; lo cual ya parece que se va a convertir en costumbre que, sin embargo, no está suficientemente reglamentada. Desde el 2018 a la fecha, hemos tenido siete mandatarios.
Sin duda, la “inestabilidad política” es consecuencia de esta “costumbre” de cambiar jefes de Estado antes de que culminen su mandato, apelando a su incapacidad moral. Si esto va a ser así, es momento de sincerar el cuerpo legal. Si los peruanos no vamos a apoyar al presidente (a excepción de los golpistas) que elegimos en las urnas con el voto popular y libre, por cinco años, acortemos su mandato a cuatro o tres años; pero no coloquemos al Perú al borde del precipicio de la inconstitucionalidad, ni menos del descrédito internacional.
José Jerí, de 39 años, si bien dice tener buena voluntad para gobernar, no tiene la experiencia política, ni el empaque, ni el talante ético, ni el suficiente liderazgo para asegurarse el sillón de Pizarro durante los próximos seis meses. Por tanto, hubiera sido mejor que el Congreso escogiera a un mejor cuadro, porque corremos el inminente riesgo de que las calles se calienten y no solo produzcan la caída del Ejecutivo, sino de todo el Congreso.