¡Se acabó el 2022! Momento de hacer el clásico balance anual. Buen año de agua. Las lluvias de verano fueron normales. Los reservorios se llenaron. Y con esas aguas iniciamos la campaña agrícola en agosto, sin problemas.
La producción alimentaria creció. O sea, al revés de lo que pregonaron los agoreros apocalípticos que dijeron que, por falta de urea, la producción alimentaria iba a caer ¡40%!
Y lo mismo ocurrió con la agricultura de exportación. 10,000 nuevas hectáreas de frutales entraron en producción. Sobre todo, paltas, granadas, mandarinas y arándanos.
A ese respecto, ¡mucho cuidado! El mercado mundial no es tan grande como se cree. Los mercados de frutas están creciendo, y seguirán creciendo. Pero no al ritmo que está creciendo la oferta peruana. Entonces, paremos un poco la mano y démosle tiempo al tiempo.
Por otro lado, la pandemia del COVID-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania efectivamente jugaron en contra del negocio agroexportador: (1) los fletes marítimos se dispararon; (2) escasearon los contenedores; (3) varios puertos de destino se cerraron.
Pero hubo un cuarto elemento igualmente negativo: los altos costos de producción. La urea triplicó su precio en el mercado internacional. Las remuneraciones de los trabajadores del campo siguieron subiendo, lo cual es positivo para los trabajadores y sus familias, pero para las empresas… ¿cómo subsistir con costos crecientes y precios decrecientes? He ahí la pregunta del millón.
No obstante, también hubo errores propios que merecen ser resueltos. Me refiero, por ejemplo, al tema de la calidad de nuestras frutas. El mercado norteamericano de paltas estuvo por las nubes, pero solo para las paltas californianas y mexicanas. Las paltas peruanas, a duras penas, se vendieron a mitad de precio, y hasta menos. Precisamente, por mala calidad: bajo porcentaje de materia seca, mala presentación y demás.
Por otro lado, la seguridad personal y patrimonial implica cada vez mayores costos. La delincuencia y robos de agroquímicos son cada vez más, pan de cada día.
En síntesis. Buen año de agua. Año de costos altísimos… y crecientes. Año de buenos precios para la agricultura tradicional –café, maíz, papa, caña de azúcar, algodón, arroz, etc.– pero precios bajos para paltas, mandarinas, granadas, arándanos, entre otros.
Esperemos que 2023 sea mejor. Al menos, que no sea como el 2022, en el que batimos dos récords contrapuestos: (1) récord de exportaciones agrícolas y (2) récord de pérdidas financieras en el sector.
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