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Fernando López Parra / El péndulo en el Ecuador

Para analizar el proceso que ha tenido el actual Gobierno de Ecuador, es necesario remitirse a los últimos diez años y también establecer una mirada que abarque el régimen del presidente Lenin Moreno (2017 -2021) desde dos ángulos. El primero es la reconfiguración inconclusa del sistema político e institucional del Estado. El segundo, la debilidad de un discurso político y social que oriente al país a un proceso de desarrollo y fortalecimiento institucional. Estos asuntos quedaron pendientes y se acentúan en el fondo de la estructura del ejercicio de gobernar del presidente Lasso, quien asume el poder en mayo del año pasado con un triunfo electoral, que, de acuerdo con varios analistas, es el resultado de un voto no a favor de Lasso sino contrario al correísmo de casi tres lustros en el poder (2007-2017). En un sentido fundamental, el Gobierno actual es la real transición ante la contención de Moreno a la reacción del correísmo en Ecuador.


La debilidad propia de la estructura del gobierno de Lasso en los primeros meses es cubierta con un excelente desempeño en el proceso de vacunación contra los males de la covid-19. La endeblez se expresa en la falta de apoyo en la Asamblea Legislativa, que tuvo un comportamiento peculiar al aprobarse el Proyecto de Reforma Tributaria del Ejecutivo por medio del Ministerio de la Ley, ya que no hubo ningún acuerdo entre los asambleístas para reformar el proyecto enviado por el mandatario. Proyecto por demás gravoso para la clase media y cuyos resultados de seguro afectarán más a la calidad del empleo en Ecuador durante los próximos meses. Otra de las medidas de un gobierno a cargo de empresarios y banqueros que llamó la atención, es el incremento del salario básico a 425 dólares, el cual es, luego del de Uruguay, el más alto en esta parte del mundo. Lasso había prometido en campaña, a inicios de año, que si llegaba al Palacio de Carondelet subiría el sueldo básico de 400 a 500 dólares y que lo haría de forma incremental hasta la conclusión de su mandato.


En la reactivación económica no hay una claridad sobre lo que se pretende, no se ha planteado desde el inicio un conjunto de políticas necesarias y más bien se avanzó de forma lineal y secuencial, por lo que se percibe la carencia de una visión de la complejidad de la política y son varios frentes simultáneos los que requieren ser trabajados en política. Uno de ellos es el de refocalización de los subsidios de los combustibles que, al parecer, al estar congelados, ha logrado apaciguar a las demandas del movimiento indígena. Al mismo tiempo, el reto en materia económica está anclado a las alianzas que por ahora están trabadas en el legislativo. Las cifras de desempleo y pobreza son desoladoras y las expectativas de reactivación y crecimiento exhibidas por el propio Gobierno son más bien modestas.


La gobernabilidad se ha visto afectada por dos eventos importantes durante estos últimos meses: la denuncia, a inicios de octubre, de la investigación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación llamada Pandora Papers, en la cual se implica a tres presidentes latinoamericanos, entre ellos, Guillermo Lasso. La imputación encendió las luces rojas en el Palacio de Carondelet, desde el que con un manejo mediático adecuado se logró desactivar lo que lucía como una posible crisis. Otro evento complejo y para el que no hay una solución posible a corto o mediano plazo es el de la inseguridad ciudadana. La sociedad requiere de condiciones integrales de seguridad para hacer su vida diaria, no obstante, se siente amenazada con el alto nivel de criminalidad y violencia urbana. Lo ocurrido en las cárceles del Ecuador, con centenares de muertos, devela la crisis de las instituciones del Estado y complejiza la situación anímica de la sociedad.


Las agendas del Gobierno no enfrentan los grandes problemas estructurales e históricos del pueblo ecuatoriano. Es sabido que no solo se pueden resolver las dificultades latentes con austeridad y mejorando las arcas fiscales, ya que es prioritario zanjar la fragmentación de las políticas públicas y el déficit institucional para atender las necesidades estructurales del país. Pero hasta el momento se verifica que hay un déficit de liderazgos técnicos en la gestión de estos problemas.


Se requiere ahora construir una singular centralidad de manejo dúctil de los aspectos esenciales del Estado, con flexibilidad, diálogo y trasmisión de un horizonte nacional claro. De lo contrario, este Gobierno pasará a la historia del país como un régimen incógnito al otro extremo del péndulo.


Referencia:

El autor es magíster y doctor en Administración Pública, columnista internacional, analista político, rector del Instituto de Altos Estudios Nacionales IAN



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