Los diferentes caminos de la gestión del Estado han respondido a las exigencias, siempre cambiantes, de la sociedad; en la actualidad, se impone la necesidad de construir una nueva lógica de la gestión pública, en la que se involucre a la propia ciudadanía en el proceso de la toma de decisiones de las políticas gubernamentales. Por esto, es adecuado generar, por parte de las instituciones del Estado, información oportuna y de calidad para que la sociedad contribuya en el desarrollo de estrategias que atiendan a las demandas que la ciudadanía exige tanto durante la gestión como en la obtención de resultados.
La nueva gobernanza publica constituye un modelo moderno de gestión de lo público, que entiende, por una parte, que el Estado ya no actúa solo como un único y solitario prestador de servicios, sino que requiere de la colaboración de diferentes actores para cumplir con las necesidades complejas de la sociedad moderna; por otra parte, comprende que el Estado no tiene la capacidad suficiente para resolver por sí solo las demandas de la sociedad.
La ONU, en el documento marco de los Objetivos para el Desarrollo Social, precisa que para lograr resultados concretos se requiere de alianzas entre los Gobiernos, el sector privado y la sociedad civil. Estas redes se construyen en el marco de valores y objetivos compartidos. La complejidad de gestionar alianzas para el desarrollo entre múltiples actores públicos y privados ha sido abordada por la gestión pública, de manera específica, a partir de esta denominada nueva gobernanza pública, cuyo enfoque y objeto de estudio es el conjunto de organizaciones gubernamentales y privadas que participan en la toma de decisiones en torno a lo público, con la intervención de la sociedad que, por lo regular, es organizada.
En las actuales circunstancias, el Estado ya no prioriza su papel como ejecutor de grandes obras, sino como un orientador y articulador de una sociedad en la que las energías, los esfuerzos y los recursos de un conjunto de actores públicos y privados, que se encuentran dispersos, pueden ser alineados bajo una visión en común. Este enfoque representa un cambio en la idea del régimen y del acto de gobernar: el paso de un centro a un sistema de gobierno y la transición de un modo jerárquico a uno más asociativo y coordinador.
Los estilos de gobernar han evolucionado: los líderes únicos son caducos, en tanto que el presente requiere de grandes conocedores de temas complejos del acto de gobernar y con capacidad de articular objetivos, visiones y recursos; el liderazgo horizontal pasa a ser una necesidad para actuar con solvencia y agilidad.
De igual forma, se plantean otros modelos en los nuevos estilos de gobernar, como el llamado gobierno abierto, que implica una nueva manera de relación entre el Gobierno y la sociedad, que busca aprovechar la energía y el conocimiento colectivo mediante procesos de cocreación para cambiar la cultura prevaleciente en la gestión pública actual, con ayuda de la tecnología. O también el de la gobernanza inteligente, que aprovecha las nuevas tecnologías que surgen, como los macrodatos y la minería de datos, con el fin de procesar y analizar información a una velocidad más rápida, para así aumentar el nivel de efectividad en la toma de decisiones públicas.
Los que piensan que se puede gobernar dentro de los modelos clásicos tendrán que modificar sus creencias de forma sustantiva o deberán actualizarse para sobrevivir en un mundo de grandes trasformaciones.
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