Críticas al pensamiento cartesiano en medicina
El Tratado del Hombre, de Rene Descartes, fue publicado por primera vez en 1662, doce años después del fallecimiento (1596-1650) del filósofo francés. En esta obra se plasma el modelo cartesiano de la medicina, que se basa en la separación del cuerpo y del alma: el cuerpo es una máquina, compuesta por piezas que cumplen diversas acciones. En ese sentido señala el primer párrafo del Tratado del Hombre que “al igual que nosotros, estos hombres estarán compuestos de un alma y un cuerpo. Es necesario que en primer lugar se describa su cuerpo y en segundo lugar su alma; finalmente debo mostrar cómo estas dos naturalezas deben estar unidas para dar lugar a la formación de hombres que sean semejantes a nosotros".
En el siguiente párrafo Descartes señala que “…el cuerpo dispone en su interior todas las piezas requeridas para lograr que se mueva, coma, respire y en resumen emite todas las funciones que nos son propias, así como cuantas podemos imaginar que no provienen sino de la materia y que no depende sino de la disposición de los órganos". Estos dos primeros párrafos del Tratado del Hombre han tenido una enorme repercusión en la medicina, desde que fueron publicados, al inicio de la época moderna, en la que Descartes fue un actor decisivo, y hasta nuestros días.
La separación alma-cuerpo es conocida como el dualismo cartesiano. El conocimiento, basado en el raciocinio y la argumentación, realizado por un “yo” que duda de todo aquello que percibe, que lidia con “espíritus malignos,” pero que mediante el análisis encuentra “lo evidente". El sujeto que piensa “gobierna al cuerpo, como un piloto a una nave”. La relación de las percepciones naturales del cuerpo y las “vivas imaginaciones” derivadas de estas, con el alma, se realizan a través de la “glándula pineal”, aunque dañan y distorsionan la claridad del entendimiento.
En consecuencia, para hallar la verdad se requiere un método racional que mediante el análisis logre encontrar aquello que es claro y evidente”. A pesar de las diversas críticas al dualismo cartesiano, éste se ha impuesto y sigue vigente. Parece obvio, tal como ha señalado Maurice Merleau-Ponty, “que el objeto material y el sujeto perceptor, no podían analizarse por separado, sino que la percepción los sintetizaba". Para agregar que “la intencionalidad nos transporta al corazón del objeto".
Como se puede apreciar, el segundo párrafo del Tratado del Hombre, hace explícito el desarrollo del modelo mecanicista del hombre máquina. En ese contexto, la investigación médica debe mantener la separación cuerpo-alma; por tanto, la “máquina humana” es el objeto o campo de estudio, al margen de las “pasiones del alma” del sujeto investigador o del humano que es convertido en objeto de estudio. La misma concepción aplicarán los médicos en su tarea o ejercicio profesional para promover la salud, prevenir las enfermedades, curar y rehabilitar a los enfermos. La estandarización de la práctica médica, la profesionalización y la especialización en centros de enseñanza superior, fue su correlato y cuya máxima expresión es la educación médica y el ejercicio profesional resultante.
El Informe de Flexner, publicado en el año 1910, es decir, hace 113 años, anclado en el pensamiento cartesiano, también continúa vigente. El aporte de Abraham Flexner consistió en promover normas para admitir y graduarse con estándares más altos en las universidades. También que estas adhieran a protocolos de la ciencia y de la investigación científica. En consecuencia, muchas universidades cerraron y otras se fusionaron en búsqueda de la calidad según el paradigma cartesiano. Por otro lado, se mantiene hasta la actualidad, la división entre las ciencias básicas y la clínica en la formación académica universitaria. Ambas etapas del aprendizaje, la formación básica y la clínica, están imbuidas, según Flexner, de la función o trabajo de investigación científica, objetiva, al margen del involucramiento de los propios “médicos investigadores”. Es decir, resalta la cualidad del dualismo cartesiano, como si la realidad material o el cuerpo del enfermo, no estuviera ligado a la percepción y a la intencionalidad del médico investigador.
La crítica mayor al pensamiento cartesiano en medicina, es que es “inhumano”, que trata enfermedades, pero no a seres humanos, que la intervención del médico es “objetiva, fría, ajena al sentimiento”, mediante normas o protocolos estrictos, como si los “pacientes fueran máquinas, los hospitales, fábricas y los médicos unos autómatas".
En segundo lugar, que la separación cuerpo-alma, no es tal, debido que, durante la existencia social y la práctica social, ambos aspectos están relacionados por la intención social de los seres humanos. El observador “frío, calculador, objetivo y sin sentimientos” es irreal, porque su percepción está inmersa en una conciencia y existencia social. Cobra relevancia, por tanto, el contexto social de la percepción, que, concomitantemente, también, es una resultante social.
En tercer lugar, la exageración de la medicina por la utilización de la intervención biomédica y recuperativa, ha puesto en evidencia el descontento social. Sin embargo, la exageración de los aspectos sociológicos, económicos y políticos, como propuesta alternativa, tampoco ha resuelto el reclamo y mejora de la aceptación social. Los niveles de la crítica frisan con las confrontaciones ideológicas de las sociedades contemporáneas.
En cuarto lugar, se ha llegado a niveles infames con la estandarización, la protocolización y las segmentaciones de las atenciones médicas al crear modelos organizacionales, aún maquinistas, que crean sistemas de salud, que excluyen a las personas, a las familias y a las comunidades para dedicarse solo “a los daños y a las condiciones asegurables". A tal punto, se ha originado la exclusión, que los tribunales de justicia, son los lugares previos a donde deben recurrir los ciudadanos en busca de inclusión en los diversos listado o planes de atención médica.
En quinto lugar, han intervenido dos nuevos actores, que han trastocado los fines de la intervención médica y la percepción de la vida y la enfermedad. El nuevo rol del financiador, ha creado, mecanismos adicionales de estandarización, para fines de reembolso económico, pero que determinan las acciones de los médicos, en la mayoría de las circunstancias. La atención médica protocolizada para fines de reembolso económico de las aseguradoras, sesga la naturaleza del acto médico.
El otro actor, es la tecnología, que ha trastocado el centro de la atención médica, ya no en el ser humano sino en los “resultados” que producen las “ayudas tecnológicas”. También se ha trastocado la labor médica, ya que, en lugar de dirigirse a satisfacer a las personas, deberán satisfacer a las tecnologías. El médico es cada día más un apéndice de la “última o novísima tecnología”. ¡La profesión médica, las universidades y el gobierno tienen una gran tarea!
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