En el último informe SOFIA (FAO, 2020) se resalta cómo la acuicultura se ha convertido en un fenómeno mundial y factor esencial de la seguridad alimentaria del mundo. Por nuestra parte, la trucha es la especie de acuicultura más cercana que tienen los peruanos. De un tiempo a esta parte, ya no sorprende que en el mercado de Lima se encuentre regularmente trucha cultivada, como parte de la oferta de productos hidrobiológicos. Los limeños recuerdan que tenerla en su mesa era imposible hace unos años y disfrutarla en el paseo a Huancayo, era parte del encanto del viaje.
Detrás de esta presencia cada vez más frecuente, tenemos un importante fenómeno que tiene como escenario a la economía rural andina, donde la “truchicultura” se está convirtiendo en parte importante de la estructura económica y social de los andes peruanos. Ya no es un fenómeno aislado y circunscrito a una economía de subsistencia o a un atractivo turístico focalizado. Regiones como Puno, Huancavelica y el valle del Mantaro son testigos de emprendimientos de diferente escala, con grandes repercusiones en la economía regional y nacional.
El destino principal de la creciente producción se orienta al mercado nacional, constituyéndose cada día más en parte importante de la dieta regional andina. Pero el mercado internacional empieza a destacarse con cifras interesantes (5,700 Tm y USD 39 millones, a cifras del 2019) (1); destacándose empresas como Peruvian Andean Trout (Huancavelica) y Piscifactoria Los Andes (Puno).
Algunas cifras recientes nos sorprenden y permiten augurar un futuro promisorio de esta cadena productiva, cuando observamos que en la cartera de proyectos que financia el Programa Nacional de Innovación en Pesca y Acuicultura (PNIPA) (2) entre 2018-2019, el portafolio “trucha andina” (oncorhynchus mykiss) concentra 360 proyectos, comprometiendo una inversión de aproximadamente 64 millones de soles, convertiéndose en el mayor componente de la inversión de PNIPA al 2019.
Estamos hablando de proyectos de I&D+i, es decir, orientados a la gestación, adaptación y divulgación de nuevo conocimiento tecnológico para renovar técnicas de manejo y nuevos sistemas de cultivo, así como para el establecimiento de protocolos de sanidad y calidad, entre otros temas. De éstos adquiere especial importancia, por su volumen e impacto rápido, los proyectos de asistencia técnica y capacitación, para emprendimientos de pequeña escala que tradicionalmente no tenían acceso a tecnologías y a la solución de cuellos de botella, moviéndose en un contexto de precariedad.
El ámbito en el que se desenvuelve tal inversión, permite observar que estamos frente a un proceso de expansión y colonización de la acuicultura andina, pues a tradicionales centros regionales de concentración (Puno, Junín y Huancavelica), sorprende el empuje de regiones como Apurimac, Ayacucho, Cajamarca y Huanuco, con gran cantidad de proyectos. Así se puede vislumbrar que se está abriendo un horizonte de cambios en las características generales hacia una nueva ruralidad andina, hacia una mayor diversificación, menor riesgo del negocio rural, mayor productividad y por ende mayor sostenibilidad.
En esta inversión sin precedente por la innovación de la cadena truchicola, destaca la movilización de más de 460 entidades que a través de alianzas de colaboración, de empresas y asociaciones de productores acuícolas con entidades proveedoras de servicios, se han comprometido en esta cruzada por la innovación de esta cadena productiva. Además, los datos muestran de manera muy interesante la presencia de organizaciones de productores agropecuarios y comunidades campesinas (y nativas), reforzando la interesante perspectiva de una cadena productiva no sólo competitiva sino fuente de negocios inclusivos.
(1) La estadística oficial de producción y exportación se encuentra totalmente subestimada por falta de un adecuado registro y la informalidad en la que se desenvuelve parte de la actividad.
(2) Ministerio de la Producción y Banco Mundial
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