La educación básica ha sido desde siempre la pata coja del Perú y, con la pandemia, se ha tornado en un desafío gigantesco que el candidato del símbolo de la campana pudo desgranar con un enfoque integral innovador, propuestas efectivas y metas concretas.
Si visualizáramos la educación como un fenómeno constructivo, la imagen que proyectaría la educación peruana actualmente sería la de un edificio con cimientos endebles y destartalado. Nosotros queremos ponerle los cimientos y cerrar las brechas que lo han dejado destartalado. Los cimientos de una buena educación básica radican en la salud de los niños que llegan a la edad escolar. Lamentablemente en el Perú más del 40% de los niños y niñas de 6 a 36 meses de edad padecen de anemia, siendo propensos a sufrir de retraso en su desarrollo cognitivo y físico.
Primero que nada, el Estado debería preocuparse por cerrar la brecha de atención alimentaria, nutricional y de salud de las madres de niños desde 0 a 3 años de edad y de las familias más vulnerables. No tiene sentido gastar en educación sin, al mismo tiempo, atacar de raíz este problema. Actualmente la política alimentaria no tiene padrino estatal, por lo cual se plantea convertir el actual Ministerio de Desarrollo Agrícola y Riego en Ministerio de Agricultura y Alimentación.
También universalizar la educación, cerrando la brecha de acceso a las familias rurales y urbanas más vulnerables, principalmente por razones de desempleo o subempleo de los padres. Antes de la pandemia, 6 de cada 10 estudiantes de nivel secundario en zonas rurales abandonaban sus estudios. Con la pandemia este problema se ha profundizado y se ha extendido a los estudiantes de primaria, ante su imposibilidad de seguir estudiando. El plan “Estudia en Casa” ha sido muy deficiente en calidad y desigualdad de su impacto por falta de conectividad.
Por eso hacemos mucho énfasis en cerrar la enorme brecha digital lo antes posible utilizando internet satelital, con posibilidad de lograr amplia cobertura valiéndonos de las capacidades satelitales de Brasil. En 2019 solo el 35% de hogares tenía al menos una computadora mientras que apenas el 39% poseía internet. Al 2021 esta situación no ha cambiado mucho. Planteamos para la etapa post Covid-19 transformar la experiencia de educación remota en un modelo de educación semipresencial.
Las brechas de infraestructura, investigación, capacitación y revalorización del magisterio. Hay que cerrar esas brechas y para ello se requiere recursos. Dedicar el 6% del PBI sería lo óptimo, en lugar del 3,8% que el Estado dedica actualmente. Sin embargo, la pandemia ha generado un forado fiscal en 2020 mayor al 10% del PBI, que se agravará este año ante una drástica reducción esperada del pago de impuestos, debido a la pandemia.
Planteamos la elevación del presupuesto dedicado a la educación de 3,8% del PBI en 2021 a 4,5% en 2022 y a 6% en 2023. Para ello plantea que el Congreso dé facultades al Ejecutivo para realizar una reorganización integral del aparato del Estado, para liberar recursos eliminando actividades redundantes y que no generan valor al ciudadano. Sólo así se podrá financiar el fortalecimiento de la educación, la salud y la seguridad ciudadana que reclaman todos los peruanos.
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