(Publicada previamente en Alerta Económica de MAXIMIXE bajo el título: ¿Es buena la nueva ley del libro?)
¡Por fin parió Paula! Tenemos nueva Ley del Libro y toda la comunidad librera está de plácemes, porque se logró extender por 3 años más la exoneración del pago de IGV a la venta de libros, así como permitir que la Sunat devuelva a los editores cuyos ingresos netos anuales no superen las 150 UITs, el IGV pagado en sus compras de insumos, bienes de capital y servicios. La comunidad librera también salta en un pie por haberse creado un fondo de S/16 millones destinado a la compra de libros para las bibliotecas públicas, así como para realizar convocatorias concursables de estímulo a la creación, la actividad editorial, la mediación de lectura y la internacionalización de las obras peruanas.
Indudablemente es un avance respecto a la ley anterior. Sin embargo, todavía estamos lejos de un régimen que fomente, no sólo la lectura, sino principalmente la dedicación creativa de los escritores peruanos y su articulación a cadenas de valor internacionales. Sigue siendo una ley sesgada a favorecer el negocio editorial de las principales empresas editoras, sin una visión integral de desarrollo de un ecosistema competitivo.
En todos estos años el sector editorial ha gozado de la exoneración del IGV a la importación y venta de libros y afines; del otorgamiento de un crédito tributario por reinversión de utilidades; y un reintegro tributario del IGV pagado en las adquisiciones de bienes de capital, materia prima, insumos, servicios, etc.
Sin embargo, en la práctica qué es lo que se ha venido logrando con estas exoneraciones. Quizás los lectores vuelvan a ilusionarse pensando que con esta ley se beneficiarán con precios más baratos, o los autores vuelvan a esperanzarse en que, con precios más bajos, ahora tendrán más compradores para sus libros.
Ilusiones y esperanzas que se asientan en un supuesto heroico: que el mercado editorial peruano se comporta parecido al mercado de papas (modelo de competencia perfecta), donde confluyen muchos ofertantes y muchos demandantes, por lo cual, al bajar el costo del producto (por efecto de la exoneración tributaria), la competencia entre ellos hace que el precio baje en proporción al menor costo.
La realidad es que el mercado editorial peruano es altamente concentrado. Según datos de la propia Agencia Peruana del ISBN, a pesar de que el 60% de las editoras son micro y pequeñas, ellas sólo registran el 26% de los títulos comercializados; el 74% restante es vendido por grandes empresas editoriales.
La propia Cámara Peruana del Libro reconoce que en 2016 el grupo de 268 empresas editoriales concentraron el 65% del total de títulos registrados en ese año. Incluso, apenas 10 de ellas concentraron el 44,7%, con un promedio de más de 100 títulos cada una de ellas. Si bien no hay cifras actualizadas al año 2020, se sabe que esta concentración se ha agudizado.
Además de ser altamente concentrado, el mercado editorial peruano es muy segmentado; o sea, está dividido en compartimentos estancos. Aun sin cifras, se sabe que la mayoría de los autores tienen un acceso exiguo a las grandes empresas editoriales. El negocio de éstas es editar a autores consagrados o vender títulos de consagrados importados, aparte de las dedicadas a la importación, edición y comercialización de títulos educativos al por mayor.
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