
La concepción de la propuesta de educación superior que venimos proponiendo se sustenta en el análisis del proceso de globalización y de la manera en que ha catapultado la economía del conocimiento y los servicios tercerizados, demandando competencias cada vez más especializadas. En este contexto “la enseñanza” deviene en un concepto obsoleto desplazado por “el aprendizaje”, como nuevo paradigma que permite pasar del conocimiento codificado (know what y know why) al conocimiento tácito (know how y know who), factor crítico de éxito que hace referencia a las destrezas adquiridas a partir de la experiencia.
El aprendizaje sólo ocurre en la interacción entre la teoría y la práctica, lo que obliga a cruzar diversas esferas, desde la escuela hasta los institutos superiores tecnológicos, las universidades, las empresas, los centros de investigación y las consultoras, que son las que dominan mejor el “know who”; o sea, el saber quién o quiénes tienen las destrezas necesarias y cómo organizarlas para llevar a la práctica una teoría o fórmula dentro de una empresa o grupo de investigación.
La escuela se abre en sus últimos años lectivos para conectarse con la educación superior tecnológica, mientras que la universidad se abre hacia las empresas desarrollando con ellas “Sociedades del Conocimiento”, que articulan los esfuerzos de investigación y docencia no sólo de universidades convencionales, sino también de centros técnicos, universidades empresariales, centros de educación a distancia o virtuales, institutos de investigación de élite, consultoras, etc. En el mundo desarrollado hoy por hoy todas estas instituciones compiten en formación de pregrado y postgrado con los programas universitarios estándares.
El Plan de Gobierno de Victoria Nacional recoge esta visión para enfocar una reforma educativa que forje ciudadanos con capacidad de comprender las diversas culturas de un mundo cada vez más intercultural y puedan razonar de manera compleja para poder afrontar riesgos sin temor y tomar decisiones en condiciones de incertidumbre.
Se trata de una educación que forme para el trabajo y para participar activamente en la sociedad del conocimiento, demandante de profesionales en campos cada vez más específicos, exigiendo a las universidades e institutos técnicos de educación superior a enfocarse en nuevas ramas del conocimiento y en la constante innovación y actualización de sus sistemas de aprendizaje en red, no de enseñanza tradicional.
Dentro de este marco, la educación superior técnica es clave para elevar la productividad de las empresas. Sin embargo, en el Perú sólo ha aumentado su oferta de manera exponencial, más no su calidad y pertinencia, siendo manifiesto su divorcio con las competencias laborales demandadas, debido a su clamorosa desarticulación con la empresa privada, a lo que se suma su deficiente gestión, tecnología, equipamiento y materiales educativos.
De ahí que la mayoría de los estudiantes egresados de secundaria prefieran postular a universidades, para estudiar carreras convencionales impartidas bajo cánones de enseñanza obsoletos, divorciados de los procesos de generación de conocimiento útil al proceso productivo del país. Su interés en recibir educación técnica en los institutos superiores es meramente residual, porque se nutre de los postulantes fallidos a la universidad, resignados a recibir una educación percibida como de menor calidad. Menos de un tercio de los estudiantes de quinto año de secundaria pretenden seguir estudios de formación técnica; el resto se proyecta a una universidad.
Se trata de una demanda no exigente, que no busca calidad y especialización porque lo que pretende simplemente es un cartón. La aspiración mayoritaria hacia la universidad obedece a una percepción de obtener mayor estatus con el título universitario que con el de un instituto superior.
Esta problemática se agrava en los institutos superiores públicos, sujetos a un modelo de gestión rígido, plagado de regulaciones administrativas y académicas dictadas desde el Ministerio de Educación. Esta falta de autonomía merma las atribuciones de dichos directivos, agudizando la desmotivación que de por si generan las bajas remuneraciones que perciben.
Los directivos de los institutos públicos mantienen escasos vínculos con las empresas, las cuales tienden a relacionarse más con institutos privados o con institutos públicos sujetos a administración privada, como es el caso del SENATI, CENFOTUR y SENCICO, debido a que éstos muestran mayor capacidad para plantear proyectos innovadores. Se trata de ‘islas de excelencia’ en un mar de precariedad de la educación técnica superior.
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