Resultado electoral: castillo de naipes
Si bien nada está dicho en definitivo, Castillo tiene buenas posibilidades de ganar y esto de por sí ya es motivo de mucha preocupación para la mitad del país que no votó por él y, sobre todo, para las empresas y los inversionistas que son los que mueven la economía. Queda mucha ambigüedad en su discurso respecto a temas tan sensibles como expropiación/nacionalización de empresas mineras, intangibilidad de los ahorros, autonomía del Banco Central de Reserva, prohibición de importaciones, uso del fondo de pensiones privado para crear un banco de los trabajadores, etc.
Castillo ha dado señales de querer distanciarse de Cerrón y correrse más al centro. El mismo Jaime de Althaus -tan duro de roer- lo reconoció ayer en un programa televisivo. Según dijo, pareciera que Castillo no pretende expropiar sino ponerle un impuesto a las sobreganancias mineras; algo que ya se dio en Chile y se aplica en otros países. No obstante, la comunicación de sus propuestas económicas ha seguido empantanada.
En fin, sólo queda decirle a Castillo que vaya tomando conciencia de que una cosa es ser candidato y otra muy distinta es ser presidente. Por ejemplo, mañana el dólar seguramente va a pegar otro brinco fuerte y seguirá un rumbo inestable hasta el cómputo final de la ONPE.
Si él ya empezara a pensar como presidente y no sólo como candidato, en lugar de acusarme a mí y a otros analistas por afirmar que es el “factor Castillo” el causante de la subida del dólar, debiera empezar a pensar en las cosas que debiera hacer para calmar el mercado.
Por ejemplo, anunciar que de ganar las elecciones su gabinete de ministros será altamente técnico y velará por la responsabilidad fiscal. Que convocará a personalidades del mayor prestigio para realizar el cambio al que la gran mayoría de peruanos aspira, garantizando la estabilidad de la economía.
Si cunde el pánico financiero hasta antes del 28 de julio, su gestión sería cuesta arriba, así como su estabilidad en el cargo en un país con tan bajo nivel de gobernabilidad como Perú. Dada la falta de confianza que su candidatura inspira en la mitad de los peruanos, tendrá que imaginarse una manera de generar un shock de confianza y credibilidad que trascienda la esfera empresarial e internacional, que se proyecte incluso a forjar una reconciliación entre trabajadores y empresarios, limeños y provincianos, hombres y mujeres.
Como dijera el ácido y agudo George Bernard Shaw, “la vida no tiene más que dos tragedias. Una es no alcanzar lo que más deseas de corazón; la otra es alcanzarlo”. Si en unos días Castillo logra su deseo de convertirse en presidente de la república, mirará al horizonte y encontrará un gran vacío que no podrá llenar con nada, sino es cambiando rotundamente su manera de ver la economía y las empresas. Así como el Perú necesita cambiar, los peruanos también necesitamos cambiar, empezando por sus líderes.
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