En el Perú, el prejuicio, una supuesta verdad injusta sobre alguien o algo, vale más que el conocimiento técnico y la experiencia. No otra cosa refleja una entrevista de El Comercio a la Presidenta, cuando afirma su idea de que los rebeldes contra su gobierno deben solo pedir agua y carreteras, negando sus derechos políticos y a la dignidad humana. Desconoce la esencia de todos los conflictos sociales contemporáneos, adónde la gente siente que el estado no los representa.
En otra infortunada frase, que ya ha motivado critica de los oficiales retirados de las Fuerzas Armadas, la Presidenta afirma que ella “no tiene el comando efectivo de la Fuerza Armada”. ¿Es Comandante en Jefe y no tiene mando? Tiene toda la autoridad, pero dice que en las violaciones a los derechos humanos la responsabilidad exclusiva es de los Jefes Militares y Policiales. Resulta responsable de las órdenes, pero no de los resultados.
Eso es soplar la pluma a los militares, un verso que los uniformados conocen muy bien. Todos recuerdan el calvario vivido por los Héroes de Chavín de Huántar, por obra de un comando de Montesino durante la Toma de la Casa del Embajador Japonés. Está afirmación confunde la responsabilidad del Jefe de Estado, quien toma decisiones políticas que pueden tener responsabilidades penales. No dispara un fusil, pero si asume la consecuencia de sus actos, que, según la CIDH, después de una investigación, puede concluir claramente en responsabilidades constitucionales, políticas, y también penales.
Según la lógica Presidencial, los mandatarios estarían fuera del alcance de la ley y Fujimori jamás hubiera debido ser condenado por Barrios Altos, la Cantuta, y otros crímenes. No habría responsabilidad mediata por genocidio, delitos de lesa humanidad, masacres, uso indebido del poder de las armas. Eso se llama negacionismo e impunidad. Tiene que cambiar de abogado.
El estado empírico criticado por Basadre no tiene planificación, es informal en sus procesos porque los politiqueros destruyen su continuidad en las decisiones estratégicas. Y parece que los crímenes terribles cometidos en Ayacucho y el Sur reflejan una falta de toma de decisiones de cómo manejar el conflicto, selección de agentes del estado a cargo de actuar, límites humanitarios en el uso de armas, planificación y establecimiento de un cuarto de guerra para un seguimiento paso a paso de la actuación de las fuerzas del orden.
Pensar que los ponchos rojos bolivianos, los sexagenarios senderistas, una masa de violentos radicales son autores centrales de las protestas, y no un desborde popular, como en Chile y Colombia, motivado por un despecho con la ineficiencia del estado y una exigencia de respeto a la dignidad y la identidad ciudadana, es una muestra clara del sistema de toma de decisiones empíricas de la mandataria y su gobierno. Tiene que cambiar a su Jefe de Gestión de Conflictos.
No tener una estructura de asesoría de alto nivel, un sistema de toma de decisiones técnico y científico, es una manía de los Jefes de Gobierno del Perú. Ello expresa la preferencia por información obtenida por medios interpersonales a la objetividad del análisis político y técnico, basado en data, apreciaciones estratégicas y encuestas. Ello resulta en ausencia de inteligencia estratégica, registro escrito de las decisiones de gobierno, formalización de las reuniones con las FFAA y Policiales para hacer constar las órdenes dadas, tienen consecuencias muy graves en el mal gobierno de los conflictos del sur y los desastres naturales. El costo político, penal y de imagen será terrible para los que así gobiernan. El empirismo era por eso el enemigo principal del estado peruano según Basadre. Y lo es también para el gobierno actual.
Por eso la entrevista del diario mencionado es un error, porque revela falta de estrategia política, inexperiencia, carencia de empatía con la sociedad, imprudencia política, con temibles consecuencias para el país. Un tiro por la culata.
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