Hemos recibido el 2022 con un considerable grado de incertidumbre, aunque como siempre con una pequeña dosis de optimismo. Un optimismo muy peruano, como cuando nos aferramos a la calculadora para computar los puntos que necesitamos para una eventual clasificación matemática al mundial de Qatar. Y es que los peruanos decidimos ignorar desde siempre las palabras del inmortal Borges cuando al tratar de justificar su poco optimismo por Argentina afirmó que “como el espacio es infinito podemos seguir cayendo indefinidamente”. Virtud o defecto, pero ese optimismo hecho esperanza, esa fe a prueba de todo nos ha ayudado desde siempre a sobrellevar los peores momentos de las últimas décadas.
En este artículo revisaremos tres de los altibajos a nivel mundial y nacional relacionados con la agricultura no necesariamente en un orden de importancia. Comencemos:
1.- El glifosato no causa cáncer. En junio de este año el Grupo de Evaluación de la Unión Europea sobre el Glifosato (AGG) publica un reporte evaluado por pares de 11,000 páginas que confirma lo que casi todos los científicos sabían: el herbicida glifosato es seguro cuando se le usa según las instrucciones del fabricante. En la elaboración de sus conclusiones los revisores consideraron la mutagenicidad potencial del glifosato en células germinales; su posible carcinogenicidad, toxicidad reproductiva, toxicidad específica hacia órganos blancos; sus posibles efectos de alteración en la función endocrina, así como su posible impacto ambiental. Su principal conclusión: “… Se puede demostrar el uso seguro para los operadores y trabajadores (ambos sin equipo de protección personal) y para los transeúntes para todos los usos propuestos para el glifosato. En general se concluye que el glifosato cumple con todos los criterios de aprobación como ingrediente activo en productos fitosanitarios…”. Con respecto a la putativa carcinogenicidad del glifosato la AGG concluye que esta no existe y que no se justifica ninguna clasificación del mismo con respecto a una carcinogenicidad inexistente en clara referencia a la muy criticada decisión de la International Agency for Research on Cancer (IARC) que en el 2015 declaró al glifosato como un “probable carcinógeno”.
Igualmente, con respecto a un posible riesgo para los consumidores de un efecto residual del glifosato en los alimentos los revisores concluyen que no se espera ningún riesgo crónico o agudo para el consumidor debido a la aplicación de glifosato a los cultivos. A la vista de las conclusiones de este reporte concluyente y definitivo de la UE es de esperar que los asesores y equipos técnicos del MINAM y del MIDAGRI presten la debida atención e ignoren desde ahora cualquier pedido de las ONGs ambientalistas sobre su eventual prohibición en el país. La ciencia debe imponerse sobre el activismo.
2.- El desastre de la agricultura orgánica en Sri Lanka. La repentina decisión del presidente ceilandés Gotabaya Rajapaksa de adoptar una agricultura 100% orgánica en abril de este año era la crónica de un desastre anunciado. La campaña de su gobierno, celebrada por activistas y ONGs ambientalistas, duró solo siete meses y comenzó con la prohibición presidencial de importar fertilizantes y pesticidas químicos. Agricultores y expertos culpan a esta funesta decisión política de la fuerte caída en los rendimientos de los cultivos y de la escalada de precios que están empeorando los crecientes problemas económicos del país y estimulando temores de una escasez de alimentos.
Como era de esperar, el Ministro de Plantación, Dr. Ramesh Pathirana, anunció ante el Parlamento a fines de noviembre una parcial reversión de esta política al permitir la importación de fertilizantes para los cultivos de exportación más importantes de este pequeño país: té, caucho y coco. Fuentes cercanas y amistosas al gobierno tratan de explicar la decisión de prohibir la importación de fertilizantes y pesticidas químicos en términos puramente económicos y no ideológicos.
La pandemia del Covid afectó duramente a la industria del turismo, una fuente importante de divisas para este país, con pérdidas de hasta 5 mil millones de dólares, esta reducción sumada al pago del servicio de la inmensa deuda con China causó una reducción en las reservas internacionales del 70%. Sacar de la lista de importación a fertilizantes y pesticidas parecía una buena idea para liberar fondos para otras compras más urgentes.
Por otro lado, los que apoyaron la medida por razones ideológicas también aportan lo suyo al control de daños alegando que el país no estaba preparado para una adopción tan repentina de un 100% agricultura orgánica. Sin embargo, los críticos de esta decisión sostienen, con cifras en mano, que no hay manera que el país pueda satisfacer las necesidades de fertilizante orgánico para todos sus cultivos. Excusas o no el daño ya está hecho. La reversión parcial de esta decisión política no será suficiente pues los precios de muchos fertilizantes se han quintuplicado en el mercado internacional y los problemas logísticos del transporte internacional no aseguran que los fertilizantes puedan llegar a tiempo para la campaña que comienza. Se asegura que tomará entre 2 a 3 años volver a los rendimientos anteriores en la mayoría de cultivos.
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