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Luis De Stefano / Seguridad Alimentaria (2 de 2)

Productividad, Sostenibilidad y Seguridad Alimentaria


¿Es realmente malo aumentar la productividad agrícola? Podría afirmarse que sería muy difícil encontrar un agricultor que no la desee o la busque. Por ejemplo, un estudio del USDA del 2021 (A Look at Agricultural Productivity Growth in the United States, 1948-2017, Eric Njuki) encontró que en el periodo 1948-2017 la productividad total de los factores agrícolas creció en los Estados Unidos a una tasa anual de 1.47%. Al mismo tiempo la producción agrícola total de los EE.UU. en ese mismo periodo se triplicó mientras que el uso de la tierra y mano de obra disminuyeron en 28% y 76% respectivamente. Este aumento de la productividad puede atribuirse al advenimiento de nuevas tecnologías, innovaciones y mejoras de procesos en el sector agrícola. Estas van desde nuevas variedades más productivas, mejoramiento genético del ganado, maquinaria de última generación equipada con sistemas de posicionamiento global y robótica, entre otras innovaciones. La clave entonces para un aumento saludable en la productividad es invertir más en innovaciones en genética, en mejores equipos y en el desarrollo de una agricultura de precisión. Esto que parece simple toma un cariz complicado en nuestro país acostumbrado a esperar que las innovaciones agrícolas para la agricultura de exportación vengan del extranjero o a cuidar la “pureza tecnológica” de la agricultura familiar de cualquier influencia modernizante en favor de tecnologías ancestrales.


A diferencia de otros países como EE.UU. y Chile nuestro país no tiene una agencia de financiación dedicada a la innovación en la agricultura. EL CONCYTEC tampoco cuenta con un fondo concursable dedicado a proyectos agrícolas. Atado, lamentablemente, desde hace años a las prioridades de la burocracia del Banco Mundial o del Banco Interamericano del Desarrollo, no ha sido capaz de establecer o defender prioridades nacionales. En consecuencia, cualquier propuesta de investigación en, digamos, el mejoramiento genético de un cultivo o la búsqueda de genes de resistencia a la sequía, tiene que competir con otras áreas del conocimiento y su eventual financiación dependerá de cuotas previamente asignadas a cada área o, lo que es peor, del humor cambiante de los evaluadores. Por todo lo anterior, sugerimos la formación en el MIDAGRI de un fondo concursable diseñado exclusivamente para financiar el desarrollo de investigaciones científicas y tecnológicas para la mejora y el avance de la agricultura. La parte administrativa y de gestión del fondo podría ser encargada al FONDECYT según los términos de referencia del MIDAGRI. Sin embargo, un fondo concursable sería solo una parte de la solución. Es urgente contar con un sistema regulatorio moderno, flexible y basado en ciencia que fomente la investigación, la innovación y que tome decisiones de sentido común basados en hechos que trabajen con, y no en contra, de nuestros agricultores.


De acuerdo al reporte GAP, el mundo simplemente está destinando más área cultivable a la producción de alimentos, un movimiento en la dirección equivocada tanto para la productividad como para la sostenibilidad. Desafortunadamente el Perú también sigue la misma tendencia pero nunca es demasiado tarde para enmendar el camino. Primero, el estado necesita cambiar su actitud ante la inversión pública en la investigación agrícola. Esta debe ser intensiva y constante. Lo primero para garantizar un nivel crítico de inversión que permita alcanzar los objetivos y lo segundo por el tiempo que sea necesario para garantizar su exitosa transferencia a los agricultores. Asimismo, el sistema regulatorio debe ser reformado con urgencia. Debe estar basado en la mejor ciencia posible, orientada más a la seguridad del producto final que al proceso de su fabricación.


El reporte GAP también señala que la inversión en investigación y desarrollo agrícola pública en los EE. UU. se ha reducido en un tercio en los últimos veinte años y va ahora a la zaga de sus principales competidores comerciales. En efecto, China es ahora el mayor financiador mundial de I+D agrícola. Finalmente, el reporte GAP deja una cosa bien en claro: el mundo ya no está en camino de aumentar la productividad agrícola de manera que sea factible alimentar a su población de manera sostenible en las próximas décadas. La lección para nuestro país es que debemos asumir con sentido de urgencia el reto de alimentar a nuestra población en el 2050. En caso contrario, enfrentaremos un país mucho menos seguro para nuestros agricultores, para la población que alimentan y para el ambiente que gestionan.


Referencias:

El autor es Profesor e Investigador en la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Las referencias usadas en la preparación de este artículo pueden ser obtenidas escribiendo a luis.destefano@upch.pe


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