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Manuel Bernales / El honor es su divisa


En época de pandemia, incertidumbres y supremacía. La Cartilla del Guardia Civil, aprobada durante la Misión Española que la creó, por mandato del Gobierno de Leguía, a partir de 1921, Primer Centenario de la República, establecía en su Artículo 1: “El honor ha de ser la principal divisa del Guardia Civil, debe por consiguiente conservarlo sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás”. Valor y reto para cada miembro de la Policía Nacional del Perú que lo ha heredado.


En 1986, el entonces director general de la Guardia Civil, teniente general Carlos Rodríguez Tirado, entregó, naturalmente orgulloso, la espada de alférez a su hijo Gastón Rodríguez Limo, actual ministro del Interior. Hasta hoy eso no ha ocurrido nuevamente. Oficiales superiores de la Fuerza Armada y de los tres Institutos de la Policía Nacional, junto a mujeres y varones civiles de diversas profesiones y actividades, nos graduamos en el Curso de Defensa Nacional del Centro de Altos Estudios Militares, CAEM, en su XXIX Promoción, 1979. Todos estábamos mentalizados en “vi et arte ad gloriam ascenditur”. El general Marín, fundador del CAEM en 1950, nos dedicó sabias palabras en nuestro álbum de fin de curso.


Carlos Rodríguez Tirado, entre los cursantes, mostraba natural simpatía, liderazgo y profesionalismo, en un grupo que tuvo varios comandantes generales, jefes de Estado Mayor, directores de escuelas, del mismo CAEM, reorganizadores del SINA y del SIN, inteligencia nacional, y de su primera escuela, con base en decretos legislativos del segundo período del Presidente Belaunde. Su ejecución continuó durante el primer período de García. Asimismo, se creó el Instituto de Altos Estudios Policiales, INAEP. Varios de esa promoción “Año de nuestros Héroes de la Guerra del Pacífico”, fuimos conferencistas, profesores, contribuyentes y responsables del Manual de Doctrina del CAEM, versión bajo la responsabilidad del compañero de promoción Jorge Salinas Sedó y primer Manual del INAEP.


El actual ministro creció en ese ambiente de absoluta dedicación al servicio público. Cuando se hallaba a en camino, por así expresar, para recibir su nombramiento como director general de la PNP, recibió la confianza y encargo de ser ministro en momento de grave crisis, manifestación de un lado, de antiguos males según se observa al leer la historia de la policía nacional desde momentos hereditarios del virreinato y fundacionales de la República, 1821 y 1822. De otro lado, varios nombres, misiones y responsabilidades tuvo la Guardia Civil, GC, la Policía de Investigaciones del Perú, PIP; y la Guardia Republicana, GR, ramas que recrearon herencias institucionales del siglo XIX y XX, destacándose junto con los institutos armados en la defensa militar ante la agresión chilena, los conflictos con el Ecuador, la lucha contra graves amenazas delincuenciales y la acción contra la subversión terrorista. Siempre tuvo carácter militar y varias veces jefes provenientes del Ejército. En otros Estados de la policía nacional es de naturaleza civil aunque sea jerarquizada como lo son otros servicios públicos, como el diplomático.


Con el crecimiento y complejidad de la sociedad y del Estado, han crecido y diversificado sus funciones. El proceso de integración de las tres ramas pre PNP actual siempre fue muy difícil. Aunque su balance se observa positivo, hay un debe con incidencia en problemas actuales que con o sin Covid-19 deben encararse y resolverse, algunos como de salud y protección de recursos humanos institucionales para servir mejor a los peruanos son urgentes. Este débito se ha agravado con la corrupción, más bien corruptos, cuyas organizaciones internas y externas no se han detenido ni ante la muerte y el dolor especialmente de los más pobres del Perú.


Si el actual ministro hubiese sido nuevo director general tendría que ser responsable máximo de 22 funciones más una general por si algo quedaba en el tintero o en lo por venir. Ahora en cambio, debe cumplir como ministro y controlar el desempeño de la PNP a la vez que participar en asuntos de orden público interno, de desarrollo y de seguridad interna y externa con otros sectores. Por tanto, su función de mando sin dejar de ejercerse sobre la PNP, a través de sus órganos competentes, es esencialmente política, compleja sometida a un juego interno de competencia, confianza, cooperación, a veces de vacíos y externos, ante la sociedad y opiniones públicas, en un novísimo contexto y proceso de pandemia, con desbordamientos populares parciales, elecciones, nada menos, relaciones con el Congreso, Fiscalía, Poder Judicial, Defensoría e iglesias, no olvidarlo, junto con prensa y periodistas nacionales e internacionales.


Para dirigir y controlar ese ámbito funcional lo primero, luego de la voluntad y decisión es conformar la Alta Dirección y sus órganos y decidir quiénes se quedan y quiénes se van. Todo lo demás depende de este primer paso, inteligencia, auditoría, operaciones, sanidad, servicios, juicios, presupuesto e inversiones, y aquí sí cabe, etc, etc, porque en dadas circunstancias, una falla grave o noticiosamente grave de una persona muy lejos del ministro, puede determinar su desprestigio y su caída. Los ministros, la Constitución leyes y costumbres lo establecen son fusibles. Tanto con partidos, que se han ido al limbo, por ahora seguramente, como con grupos de interés, de poder y de presión económicos y “de vocación ideológica” como les llamaban los maestros franceses del siglo XX.


Así pues ¿cómo llegará el Ministerio del Interior y la Policía Nacional al Bicentenario de la Independencia de España? ¿Puede un ministro cambiar de cabalgadura a mitad del cruce de un caudaloso río en tormentoso clima, preñado de incertidumbres y nuevas modas que se imponen por doquier? Si gobernar es hacer creer, ¿lo sabrá hacer dentro de la situación de supremacía e irresolución de la hegemonía política en la sociedad y el Estado? ¿El cortísimo plazo llegará a extenderse sin lugar a que se piense en friajes, posibles fenómenos de El Niño, o sólo se abocará a “lo de ayer que ya es hoy y mañana” y la nueva etapa de conflictividad social que ya se inició aunque estemos en distanciamiento físico pero no social porque seguimos comunicados? ¿Habrá decisión de barrer sin tregua y sin pausa a los corruptos y de acelerar la más rápida preparación de nuevos cuadros, así como realizar la actualización y perfeccionamiento de los actuales, empleando nuevas modalidades de educación antes que pensar en las modas formalísimas de maestrías y doctorados sujetos no solo a licenciamiento sino a la prueba del quehacer excelente?


El nuevo ministro tiene el peso de la responsabilidad, del deber y el honor de la familia ante la trituradora política de esta mezcla de pandemia mal tratada con todo lo demás que arrastramos del pasado, del añejo y del reciente, que no pueden ser óbice para fallar. Obras son amores y no buenas razones.


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