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Manuel Bernales / La pandemia daña y mata, pero también revela (1 de 2)


Las políticas de salud en los últimos 50 años. Es una evidencia que en estos días de crisis mundial todos los grupos sociales reclaman más y mejor Estado: servicios de salud y asistencia social del Poder Ejecutivo, de los gobiernos regionales, y de las municipalidades provinciales y distritales. En forma creciente también se evidencian: a) mercado, precio y ganancia, en condiciones de libérrima y abusiva actuación dentro del país y a escala internacional; y b) la solidaridad, la donación, y movilización colaborativa de servicio al prójimo y la comunidad. Los insumos básicos para la acción eficaz y eficiente contra la pandemia, sufren por acaparamiento, precios en alza y condiciones que pueden satisfacer economías poderosas o con una dirigencia estatal de buena estatura estratégica, con capacidad de negociación y gestión muy rápidas. Los sectores populares más pobres y grupos medios, precarizados por la crisis en la ciudades y el campo, son los más golpeados. Carecemos de planificación estratégica de Estado, y de una buena organización y gestión del Poder Ejecutivo, porque se las ha dejado de lado y disuelto. En los años cuarenta algunos médicos jóvenes peruanos fueron becados en las mejores universidades estadounidenses. El Dr. Mario León Ugarte fue el primero en graduarse con una Maestría en Salud Pública en la Universidad Johns Hopkins, 1944. Le siguieron otros hasta los sesenta, caso Dr. Otoniel Velasco Fernández, médico veterinario por la Universidad de La Plata, con dos maestrías por la Universidad de Harvard, de Administración Pública y en Salud Pública; devino doctor en politología y experto en economía del desarrollo. Antes de la Segunda Guerra Mundial tuvimos servicios de educación y salud básicamente urbanos. La sanidad pública tuvo hitos en costa, sierra y Amazonía. El papel de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en particular, debe ser revalorado para buenas decisiones por venir. No hay que olvidar el de otras universidades nacionales, como las de Arequipa y Cusco. Durante la guerra con el Ecuador se aplicó la doctrina de seguridad y defensa en el dominio militar y en movilización nacional, según lo aprendido de la Misión Francesa, después del desastre de la Guerra de Chile contra el Perú y Bolivia, enseñanzas válidas para la política y gestión de salud por distintos entes. En los años cincuenta, Estados Unidos de América tuvo una cooperación técnica y financiera, mejor que mucha de la “cooperación” actual; particularmente en: Investigación y desarrollo, inversión y capacitación agrícola, mediante el Servicio Cooperativo Interamericano de Producción de Alimentos, modelo emblemático en Turrialba (Costa Rica), con Estaciones Experimentales de Agricultura, (conocí las del Oriente Peruano). También para sanidad pública, especialmente en el campo de investigación, acción y preparación de salubristas o sanitaristas del equipo de salud: médicos en salud humana, animal y vegetal y economistas, administradores y educadores. En esa década se dio un paso trascendental con la creación del Subsistema de Salud de la Seguridad Social contributiva, siguiendo enseñanzas y convenios con la OIT. Peruanos aportaron para la creación de otros Seguros Sociales y para la Organización Iberoamericana de Seguridad Social, OISS, con quienes trabajé en los años ochenta. En la OPS y OMS destacó el Dr. David Tejada de Rivero. Se avanzó en la creación del Programa de Sanitaristas. Y ojo, aquí un fatal signo de la historia de la salud y de hoy: fue desactivado a inicio de los sesenta. En los años cincuenta el Ministerio de Guerra, Ejército, implantó un presupuesto por programas y con el Centro de Altos Estudios Militares, CAEM, creado 1950, otras mejoras para la reforma de la Administración Pública. También desde el campo civil porque hubo un Instituto Peruano de Administración Pública, antes del primer belaundismo. Antes de 1962 Salud y otros Sectores habían dado buenos pasos en presupuestos e inversiones. El análisis legal, organizacional y económico financiero muestra que cambios realizados o frustrados en Salud han dependido de la política de gobierno de turno e implícitamente, de hecho, una política de Estado. Siguiendo esa tendencia de gestión pública, academia y cultura política, en 1962 con ayuda de la CEPAL y Raúl Prebisch, se crea el Sistema e Instituto Nacional de Planificación, INP, cuyo primer documento público fue el Diagnóstico y propuestas de Reforma de la Administración Pública Peruana, porque sin ellas no es posible planeamiento estratégico, operativo o institucional, en conjunto o en salud. En el primer belaundismo un notable equipo de profesionales varones y mujeres trabajaron en una nueva Oficina Nacional de Racionalización y Capacitación de la Administración Pública, ONRAP, que en 1968 fue incorporada al INP, como “Área de Reforma de la Administración Pública” e instituido un “sub sistema nacional de racionalización y sistemas administrativos” que incluyó al MINSA. Se creó la Escuela de Salud, cuyo primer Director fue Don Mario León Ugarte, semillero de excelentes sanitaristas mujeres y varones, profesionales de salud, que incluían abogados, psicólogos y psiquiatras, en especial de la “escuela de psiquiatría social”: Carlos Alberto Seguín Escobedo, dos años mi Director en MINSA, Mariátegui, Rotondo y otros médicos--. Fueron cultores de la moderna medicina y de su estudio comparativo, así como de las medicinas tradicionales. Baste recordar al cirujano Fernando Cabieses Molina y maestros de Puno y Ayacucho. Ese fue un período de creación y servicios no mercantiles, al lado del mercado en salud. Se debe mencionar el trabajo formativo de la Facultad de Medicina, San Fernando, con maestros y servidores públicos católicos, apristas, agnósticos, conservadores, reformistas, comunistas, socialistas, de quienes me ocuparé en otro documento, y que en su concepción científica y docente se adelantaron muchos años al tema del ambiente, notablemente Mariano Iberico, de los sistemas médicos y de participación social en salud, así como de los roles de varones, ancianos y mujeres en el cuidado de lo que Kenneth Newell llamó “La salud por el pueblo”.

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