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Manuel Bernales / Seguridad alimentaria y desarrollo sostenible (2 de 2)


Superar la pobreza ha sido necesidad y aspiración de muchos pueblos y estados en todos los continentes a través de la historia, pues hambrunas y epidemias producían sus desgracias, inclusive de personas y grupos no pobres. Guerras, miseria, epidemias y catástrofes naturales causaban y causan muchas muertes. Pero también economías y políticas no sostenibles, que afectan seres humanos y el ambiente, producen más pobreza y hambre para algunos, a la vez que ganancias para otros.


Toda la historia de América latina y el Caribe exhibe evidencias que por causas naturales y humanas pueblos y culturas decayeron o desaparecieron desde antes de la conquista por ejemplo en Meso América, y colonización por las potencias imperiales de la primera globalización, desde Europa Occidental sobre el resto del mundo. La pobreza y la inseguridad alimentaria en mayor o menor grado acompañan a muchos Estados y pueblos de nuestra América.


Volvamos al deber de memoria: Al término de la Primera Guerra Mundial hubo esfuerzos que no prosperaron, pero legaron aspiraciones, aportes e ideales para la seguridad, lo que hoy llamamos desarrollo humano. Luego de la Segunda Guerra Mundial, se crearon la Organización de las Naciones Unidas, ONU, 1945, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO, y la UNESCO, 1946, para garantizar y perfeccionar la paz, la seguridad y el progreso humano integral. La OMS fue creada en 1948.


Antiguas potencias y nuevos Estados fueron incorporándose a la ONU y su sistema. Desde 1950 no sólo gobiernos de Estados y pueblos soberanos, sino diversas entidades no gubernamentales e intergubernamentales se han adherido a objetivos, procesos y mecanismos de participación de la ONU. El “continente invisible” según mi profesor Johan Galtung.


Es inocultable: productores rurales y consumidores urbanos deben formar círculos virtuosos de trabajo consumo e inversión para desterrar el hambre y construir sistemas de producción, comercio y consumo sostenibles, lo que demanda la contribución de acciones sistemáticas y permanentes de los demás objetivos nacionales para dichos propósitos.


En el siglo XXI casi hemos olvidado que ya en el XIX se declaró abolida la esclavitud. Pierre Sané, ex Director de Amnistía Internacional y ex Sub Director General UNESCO, junto con instancias de la ONU, sostiene que, así como se ha abolido la esclavitud, debe abolirse la pobreza, porque es una “violación de los derechos humanos” (congresonacionaldefilosofia.org). El hambre y la inseguridad alimentaria también lo son, son violaciones de los derechos humanos, máxime en un mundo de hiper productividad. Es un imperativo ético y ciudadano, un pacto nacional, que por encima de la fragilidad del sistema de partidos cuya conducta es rechazada, cimente la seguridad alimentaria-nutricional de hoy y de las futuras generaciones.


Es indispensable y urgente una alianza duradera entre agro y minería, ambas sostenibles, nodo y binomio esencial para desarrollar nuestro potencial humano y natural en seguridad y soberanía. La ciudadanía exige un buen gobierno que mediante genuina economía social de mercado concertada con verdadera planificación en sistema efectivo, fortalezca a patrióticos y bien intencionados actores sociales y empresas con voluntad para servir a este propósito Bicentenario.


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