Paradigmas del ambiente y la energía: la complejidad bajo la perspectiva de la especialización
Experto en temas de energía y medioambiente. Trabaja cerca de 59 años en políticas públicas ambientales, sociales e inversiones sostenibles, seguridad humana, relaciones internacionales y cooperación. Politólogo, también terminó Sociología, de la primera promoción de Ciencias Sociales de la PUCP. Cuarta promoción de la Escuela Latinoamericana de Ciencia Política y Administración Pública de la FLACSO. Diplomado CAEM XXIX promoción. IX promoción del Instituto Interamericano de Derechos Humanos. Consultor y antiguo funcionario internacional de la UNESCO, en la Oficina de Educación para América Central, y de Ciencia para América Latina y el Caribe (1990 - 2006).
Inició trabajo de campo en 1963 y con el Programa FAO-ICIRA en 1969. Luego, con organismos de los sistemas de Naciones Unidas e Interamericano. Retornó al Perú en 2006. Fue presidente del Consejo Nacional del Ambiente (CONAM) hasta su transformación en Ministerio y presidió la mesa del acuerdo para la inversión en Minera Quellaveco (2012).
La idea central de esta nota es “académica y políticamente incorrecta” como se diría ahora, considerando la corriente dominante del pensamiento común, cívico y universitario, centrados en especializaciones, sobre todo en ciencias exactas, naturales, ingenierías y tecnologías.
Se afirma, categóricamente, que la especialización es indispensable y suficiente a la hora de ver asuntos “de la tierra”, “del agua”, “del ambiente” o “de la energía”.
Es más, por varios sistemas de puntaje, con diversas variables e indicadores, en la esfera del estratégico modelo de la investigación científica y técnica, se evidencia que en las mejores universidades del mundo destacan tanto la especialización, como el desarrollo de áreas estratégicas doctorales de bases muy complejas, con fundamento en investigaciones rigurosas, prolongadas y revisión de sus efectos en las realidades en que se aplican: desde las medicinas de alto riesgo y vacunas, como ahora en la pandemia del Covid-19, hasta en el mundo de los organismos especializados de los sistemas mundiales y regionales que impulsan el descubrimiento y aplicación de energías cero en carbono, inseparables de sus relaciones y efectos en la cultura y hábitos de grupos e individuos.
Estás dos tendencias paradigmáticas se evidencian en organismos gubernamentales y no gubernamentales, nacionales e internacionales, que van dando creciente cabida al paradigma de complejidad, sea que se les denomine holísticos, sistémicos o estructurales.
No es que esos modos de pensar y representar se reduzcan a la variabilidad de lo social y cultural, dimensiones en rigor inseparables, (individuo en familia, asentamiento, función o grupo de pertenencia o de referencia, hasta llegar a la escala del Estado-nación, que sigue siendo la categoría macro más empleada), sino que reconocen que la “incertidumbre o, mejor, "indeterminación” (relievada por Werner Heisenberg), es válida tanto para microsistemas como para meso y macrosistemas y estructuras. Esto es evidente y destacable en perspectiva de ciencia aplicada, es decir, para un fin, objetivo, propósito o resultado que se busca alcanzar o realizar, en ámbitos o niveles de la vida en sociedad. Evidentemente hay fenómenos naturales que no están sujetos a la “condicionalidad” de “ser o existir en sociedad” y ellos abundan, pero no son toda la realidad.
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