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Manuel Bernales / Democracia sostenible (2 de 2)


En ocasión de la COP XV de París, cuyo Acuerdo lleva tremendo retraso porque hubo Estados que se retiraron del mismo, otros lo evitaron y pocos cumplieron con debida diligencia, un equipo de oenegés ligado a la ministra francesa Segolene Royal, alrededor de Future Factor 4, trabajamos en apoyo a los participantes hispano y luso parlantes para la mejor comprensión y decisión práctica de las propuestas en debate, con fundamento tanto en el derecho como en las ciencias de la tierra, del agua, del ambiente, de economía y de la política.


Con otros actores, estimamos que lo sostenible, es lo durable, lo que se realiza o logra bien a lo largo de varias generaciones futuras si no indefinidamente.


Con este criterio se daba valor y continuidad al enlace con generaciones por venir, puesto en el centro de la concepción de desarrollo sostenible por el Informe Bruntland, no mero crecimiento económico, peor si es con pobreza y desigualdad insostenibles. Más aún se puso en relieve el imperativo de mantener, lograr, desarrollar y mejorar, capacidades propias en la perspectiva de la autogestión y autogobierno, que no son pasadismos ni autarquías, sino capacidades adquiridas con el saber de varias fuentes desde la experiencia, ensayo y error, que es también parte del conocimiento científico con cánones modernos y universales.


Asumiendo y razonando la noción sustantiva, no adjetiva ni adverbial de sostenibilidad, es hora de integrar lo democrático y lo sostenible, la democracia y sostenibilidad, democratización y saber para actuar, porque la democracia sin saberes, sin portadores de saberes, es causa de su degradación.


Esto es sabido desde Platón y Aristóteles, pasando por renacentistas, principalmente Maquiavelo, -- mi maestro politólogo Luis Velaochaga Velaochaga, entonces S.J., ponía en evidencia como uno de los fundadores de la Ciencia Política Moderna, armonía de perspectivas de teoría política empírica y normativa--, e incluyendo autores como Sun Tzu en su Arte de la guerra, que no pocos hoy valoramos como fundamento de la necesidad de una Cultura de Paz, (ONU y UNESCO, 1999 y 2000).


Esto es así aun en la batalla o guerra, porque es mejor ganarla sin combatir, sin derramamiento de sangre ni destrucción, por medios no militares, aunque algunos solo entienden que por disuasión mediante acumulación de ingenios militares más decisivos que los del adversario.


Obviamente ningún Estado que quiera persistir como tal puede descuidar sus demandas de orden, estabilidad, progreso integral, soberanía, independencia y autonomía sin apropiado dominio militar de su seguridad y defensa, para lo cual necesita contar con medios materiales y morales que le den sustento y garantía pues su “fuente es siempre el pueblo y no grupos de privilegio y de poder” como lo sustenté en el CAEM, Memoria XXIX Promoción, 1979.


Así, pues, nuestra democracia debe escribir una nueva página con el peruano riesgo de siempre: volver atrás borrando realizaciones perfectibles y superables, en un mundo indetenible hacia el universo pleno además de nuevas amenazas y oportunidades. Nuestra democracia debe y puede ser sostenible, durable sustentable a condición de saber para actuar.


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