Ya circulan en diversos foros internacionales versiones de todo tipo con respecto a la obtención de la o las vacunas que controlen la pandemia Covid-19 que enfrentamos. Algunos expertos como (Bill Gates), señalan que no sería hasta el segundo semestre del año 2021 cuando realmente pudiera el mundo conocer una vacuna efectiva, total y eficiente al menos la que se financia con el dinero de Microsoft. Asunto por demás extraordinario para quienes han logrado sobrevivir y para quienes no han tenido el contagio.
Y en medio de esta Kafkiana carrera entre los laboratorios, agencias gubernamentales, empresas farmacéuticas y organizaciones sin fines de lucro, existe en el mundo un puñado de hombre y mujeres que con un profundo sentimiento de angustia y de escepticismo se mantiene expectante con respecto a los meses por venir, e incluso a los años subsecuentes de esta primera mitad del siglo XXI. Porque la pregunta no es saber, ¿Quién es el responsable de la pandemia?, ¿Quién fue el creador del bicho?, ¿Qué países actuaron correctamente y cuales no lo hicieron adecuadamente? y ¿Qué medidas fueron las correctas y cuales no lo han sido?. La pregunta no es saber, ¿Quién o quiénes son los ganadores con el caos del mundo?.
Por el contrario, la pregunta debe ser planteada con respecto a los perdedores, ya que la pandemia trae aparejada no sólo los infectados y fallecidos en todo el mundo, que ya en si es una desgracia de dimensiones éticas escalofriantes. El caos trae: 1.- Xenofobia, sintomática, 2.- Reducción de esferas de libertad individual, 3.- Estados de excepción legal que disminuyen o desaparecen en ciertos casos las libertades fundamentales, 4.- Control económico invasivo, 5.- Deterioro de las estructuras educativas, cambio de contenidos y paradigmas escolares, 6.- Políticas de Lebensraum, 7.- El distanciamiento social fortalece los nichos de ignorancia que violenta las convivencias sociales, antes fueron los latinos, los negros, los musulmanes, los sin techo, los desarraigados, los miserables y hoy serán los que tengan gripa, tosan o se sientan un poco mal.
Hemos empezado el periodo del Hombre Desechable.
No soy del grupo de optimistas debo confesarlo, pero tampoco he perdido la fe en los sentimientos de la humanidad con respecto al valor, amor, confianza, sacrificio, Sin embargo, este escenario me tomó por sorpresa y ha cimbrado mis más profundos valores y circunstancias de crecimiento y visión del mundo. Lo fácil, sería dejarme arrastrar por el mundo diciendo que no pasara nada y que todo volverá a la normalidad muy pronto. Y ahí esta el miedo, la angustia, el silencio.
Aún no se lo que pasará en un mes, o un año, pero por ahora mirar a la Isla de Hart desde la zona noroeste del Bronx convertida en una fosa común de cuerpos y cadáveres, evoca sin duda: QUE NADA VOLVERA A SER IGUAL.
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