CEO’s psicópatas: Una visión corporativa de la política.
Sin duda, como ley de vida los ancestrales conocedores del tiempo, adorables ancianos que a las orillas del río Tambopata (Perú) atesoran las sabidurías de la humanidad, y que expertos en las lecciones trascendentes a cada ser humano van experimentando a lo largo de su camino en este mundo contactos con realidades inapreciables para el ojo humano normal, para el hombre de la calle, para aquel ser en que nos hemos convertido de bajos objetivos y propósitos mezquinos.
Así como navegando en una pequeña embarcación que va camino a la Isla de los Monos (Madre de Dios), compartiendo ese mismo trance me encontré de improvisto, sin pensarlo o imaginarlo siquiera de pronto al frente el oro del Dorado, claro que esto tendría que ser metafóricamente por supuesto, pero en esta ocasión, tropecé con una veta de información y conocimiento totalmente novedoso para el límite de mi cosmogonía criolla.
Me resultó inmediatamente seductor apropiarme de cada una de las palabras, reflexiones, argumentos y conclusiones de aquella investigación clínica en el campo de la psiquiatría que capturaron mis manos. Debo confesar agradablemente que ha sido una alumna aventajada de Southern New Hampshire University quien advirtió de la existencia de tal documento.
Durante un par de años (Brooks, N. 2016) realizó estudio con propósitos de información respecto al comportamiento psíquico en el mundo corporativo de los principales CEO’s del área de los Ángeles, y la llamada zona estratégica de Silicon Valley en el estado de California en la unión americana.
Los resultados fueron de menos, estremecedores. Fácilmente podríamos considerarlos altamente alarmantes. Por principio, la evidencia arrojó que un poco más del 20% (1 de cada 5) de los altos ejecutivos de corporaciones en los Estados Unidos (CEO’s) que participaron en el proyecto del doctor Brooks, pueden ser catalogados clínicamente como PSICÓPATAS.
Y en los rasgos clínicos observe las características generales (Homs Sanz de la Garza, J. 2013) donde destaca esta personalidad por ser hipercinética.
El psicópata no perdura en las relaciones personales duraderas porque son paranoides, es decir, desconfían por sistema de los demás, o bien porque se cansan de los demás. En política no hay amigos.
El psicópata manipula al terapeuta (ciudadano), pues no cree que pueda ser curado de sus patologías, a pesar de ser consciente de su falta de control de los impulsos. Este individuo incorpora la mentira en su vocación, de forma que, a base de repetirlo muchas veces, acaba siendo convincente. En política no hay verdades.
El psicópata maneja siempre un doble lenguaje, que le permite, incluso por escrito, desdecirse de lo prometido. El discurso político.
El psicópata, sabe modales, besa manos, reverencias, saludos afectivos, apretón de manos, sonrisa social. Se siente importante, tiene alta autoestima y no se deprime, salvo cuando llega a recibir alguna sanción fuerte como consecuencias de sus actos. Políticamente correcto.
El psicópata, no es creyente, aunque dominan vocabularios de horóscopos, creencias y ritos religiosos, los cuales pueden llegar a practicar sin corazón o sentimiento. Puede incluso ser o manifestar una religión de forma extremista o integrista. Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.
El psicópata sabe fingir, llorar y reír de forma casi espontánea pero provocada. Es decir, a base de ensayar el llanto o la risa, logra dar una apariencia de normalidad. El discurso político.
El psicópata suele ser sociable, simpático, emotivo, seductor, afable e incluso trabajador si algo le interesa. Campañas políticas.
El psicópata tiene fines marcados, definidos, planes trazados, estructuras de delitos organizados, jerarquizados. El Poder político.
Pasaron algunas horas desde que había comenzado aquel viaje de conocimiento y pare repentinamente, ahí comprendí en ese preciso instante de temporalidad humana que un psicópata tiene muchas más probabilidades que el resto de individuos de transgredir las reglas y leyes de la sociedad y de ajustarlas a su conveniencia. Abrazos y no balazos.
Y recordé a los políticos del continente, por ejemplo, aquel alcalde de la ciudad provincial remota, insegura, sucia e incomunicada. Hice memoria del gobernador del estado o de aquella región lejana a la capital que como virrey conduce los destinos de los habitantes, recupere en un golpe de visión figuras presidenciales folclóricas de derecha y de izquierda los colores no importan, titulares del poder ejecutivo en toda América que bien podrían ser casos emblemáticos para la psiquiatría, y sin duda alguna, resolví que aquel estudio clínico de Brooks, bien podía aplicarse a estos personajes como un claro ejemplo de psicopatía política, y seguro de no caer en el error.
América, duerme en Paz por ahora.
Pd: ¿Señor, señora de la vida pública del continente, ya tomó su Prozac?
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