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Foto del escritorMiguel Dávila Gagliardo

Miguel Dávila / ¿Cómo tener un agro competitivo? (5 de 7)  



3 - La propiedad de la tierra ¿una solución perentoria?

Si bien el riego es determinante tal como lo hemos visto en los puntos anteriores, el tamaño de la tierra bajo cultivo, así como y la llamada “cédula de cultivo”, son decisiones de gravitante importancia para la competitividad. De acuerdo a definiciones técnicas, la cédula de cultivo es la cantidad de agua consumida, durante un determinado período de tiempo, por un suelo cubierto de vegetación homogénea, en plena actividad vegetativa y con un buen suministro de agua. Este indicador se expresa en mm/mes.

 

En el caso de la agricultura, existen múltiples factores que determinan la cédula de cultivo, entre los más importantes: i) el tipo de cultivo que se va a producir (si es más o menos demandante de agua); ii) los permisos vigentes sobre el uso de agua del productor y/o la comunidad; iii) tamaño y propiedad de la parcela que determina la factibilidad comercial y/o económica de un cultivo específico; y iv) las costumbres y/o tradiciones culturales de la comunidad que prefieren seguir con cultivos tradicionales (pan llevar) y no migrar hacia otros con mejores mercados y oportunidades económicas.

 

Dado que los dos primeros no están en mano de los productores, centraremos nuestro análisis en los puntos iii) y iv), que sí pueden ser manejados por los productores, en cuanto a su nivel de compromiso, voluntad, asociatividad y sobre todo: capacidades técnicas.

 

Muchas políticas de Estado se basan en diagnósticos errados, poco sustentados o incluso populistas (ganar aceptación política). Las elecciones que se avecinan no parecen ser la diferencia para el agro en este sentido; algunos candidatos ya iniciaron con dar algunas pinceladas sobre las acciones que realizarán para fortalecer el agro, indicando que se ha identificado que el principal problema es la propiedad de la tierra del productor agrario, fundamentando que este es el más grande obstáculo para acceder a créditos para iniciar sus campañas agrícolas del año.

 

Múltiples investigadores de lo rural, de las instituciones de microcréditos y de las necesidades de recursos financieros para el agro, coinciden en señalar que la propiedad de la tierra no es el principal obstáculo, dado que los terrenos y viviendas (hablamos de las urbanas) no son la principal fuente de garantías para las instituciones del sistema financiero, y por lejos, mucho menos lo serían las propiedades rurales que tienen un menor valor de realización que las urbanas. Peor aún, cuando ponemos en perspectiva el costo que implica la emisión de una hipoteca versus los recursos solicitados como capital de trabajo para la campaña por el productor, la estructura de costos termina por hacer inviable el crédito.

 

Los títulos de propiedad no mueven la brújula en temas de financiamiento agropecuario, más bien causan incentivos perversos al generar motivación entre los productores y las comunidades, que al tener tituladas sus tierras prefieren venderlas a explotarlas, bajo un mal entendimiento entre los recursos inmediatos sin futuro vs recursos futuros pero sostenibles.

 

De acuerdo a estudios realizados por investigadores del tema, realizados para Asia y América Latina (7) “…si bien las intervenciones sobre los derechos de propiedad de la tierra agrícola pueden contribuir al bienestar de los agricultores, a través de una mayor seguridad percibida que incentiva la inversión a largo plazo, ninguno de esos estudios mostró que las intervenciones de derechos de propiedad de la tierra mejoren el acceso al crédito […]. Muchas intervenciones que buscan individualizar los derechos de propiedad pueden conllevar a la captura de los beneficios por parte de las élites y la consiguiente pérdida de derechos para las subpoblaciones pobres y vulnerables. También puede significar la mercantilización de tierras en áreas de protección ambiental o la subutilización de áreas agrícolas”.

 

Como todos los que hemos tomado crédito alguna vez sabemos, la evaluación del crédito está en el perfil crediticio del solicitante y en que tanto éste cumple con honrar la deuda contraída. El AGROBANCO es un cúmulo de malas experiencias crediticias de los productores, donde muchos han aprendido la tradición del “perro muerto” (prestarse y dejar de pagar luego), echando por la borda el historial crediticio que podría llevarlos a desarrollarse; e inicia nuevamente el círculo vicioso, en la necesidad de garantizarse con algo el pago, el AGROBANCO genera condiciones como la propiedad del predio rústico, alejando aún más el acceso al crédito y con ello la posibilidad de productor de cambiar su cédula de cultivo hacia otros más beneficiosos económicamente hablando.

 

Por tanto, hay mucho camino que andar para que el productor sea independiente en la toma del crédito y ninguna vía es la titulación de tierras. La decisión sobre el uso de su tierra está en función directa de la acumulación de conocimientos y experiencias empresariales sustentadas en el ejercicio de la asociatividad, antes que en una decisión y ejercicio individual.

 

La competitividad agraria es un tema de volumen, y eso implica una cantidad de hectáreas que garanticen rentabilidad para todas las partes, solamente así las comunidades cambian hacia cultivos estratégicos: paltas en Huancavelica, tara en Ayacucho y Apurímac, aguaymanto en Cajamarca y Junín, y arándanos en gran parte de valles interandinos. Y todo pasa por capacitación, competencias y mercado asegurado; queremos sostenibilidad, pues generémosla.

 

 

Referencia:

(7) Jorge Chávez Álvarez (Set 2020). Recuperado de: https://alertaeconomica.com/el-misterio-del-capital-humano/


 

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