Ha generado mucha controversia en el ámbito deportivo el probable arrendamiento del Estadio de Atletismo de la Videna para que sirva de escenario de los encuentros del fútbol profesional. El tema genera resquemores justificados para la familia de atletismo peruano, en razón de experiencias pasadas, donde la poca infraestructura que tenían fue cediendo a favor del fútbol. Aunado además con el desinterés del Estado por apoyar el desarrollo deportivo del país.
Recordemos sino lo que sucedía con la Videna años atrás: usada para conciertos, ferias agropecuarias y pirotécnicas, circos, y hasta para la fabricación de estructuras de concreto. Toda esa realidad comenzó a cambiar el 2012, cuando se decidió impulsar un proyecto para convertirla en un centro de alto rendimiento deportivo, capaz de apoyar y sostener el desarrollo de nuestros deportistas de alta competencia.
La 1ra etapa se inició en el 2013 y, en diciembre de 2014, se inauguraron dos modernos polideportivos, el velódromo y la residencia deportiva. La 2da etapa, que incluía un nuevo estadio de atletismo y el centro acuático tuvo que enfrentar resistencias, pues algunos buscaban que se hicieran en otro lugar. Se tuvo que insistir en pos de ese objetivo. Al final se logró incluirlos en el plan de infraestructura para Lima 2019. Y el sustento siempre fue el mismo: dar a los deportistas las condiciones necesarias para su adecuada preparación. Y que por fin el atletismo peruano tenga su propia casa y su propio espacio en forma exclusiva. Algo que no debe perderse de vista.
El titular del Legado 2019 señala que se debe “ver qué posibilidades hay de hacer que dos deportes federados (fútbol y atletismo) puedan convivir en un mismo recinto que tiene dos campos deportivos”. Siempre que consulté con especialistas, se concluía que eso no era viable. No era posible destinar un estadio para el fútbol; y, a la misma vez, para atletismo. Hoy se señala que será de manera excepcional, por las circunstancias que vivimos a causa de la pandemia. Que, asimismo, el arrendamiento dejará recursos necesarios para mantener la infraestructura. Y que se tendrá que evaluar que el uso para el fútbol no afecte la planificación y las actividades del atletismo. En principio, resultan razonables argumentos. Pero la historia nos recuerda que nunca fue posible la convivencia. Aún está fresco en la memoria el olvido y la desatención al atletismo peruano. Costará un tiempo volver a creer en un verdadero compromiso del Estado. Más allá de quienes estén ocupando los cargos. Y esa confianza se construye a partir de pequeños gestos.
Esperemos que quienes tengan la responsabilidad de adoptar la decisión realicen una evaluación adecuada, teniendo en cuenta que la misma dejará un precedente a futuro sobre el uso de la infraestructura. En mi criterio personal, no veo la necesidad urgente de arrendar el nuevo estadio de atletismo para el fútbol profesional. Creo que existen otros escenarios en nuestra capital para cumplir con esa finalidad.
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