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Victor Vasquez / Jorge Arevalo / Canon, pobreza y conflictos (2 de 7)

2. La tormenta en el Perú

El núcleo de la tormenta, en permanente crecimiento, que azota al Perú, es la corrupción, mal que corroe los cimientos de la propia sociedad y de la democracia, ambas están en cuidados intensivos, la corrupción penetrando en lo más profundo de la estructura del Estado5 viene generando ciudadanos “corruptos” con dinero, como también, nuevos y más poderosos empresarios “corruptos” quienes desde la sombra deciden el camino del actuar del Estado cómplice. El resultado final, millones de peruanos precarizando sus condiciones de vida o viendo como sus esperanzas, son heredadas a sus futuras generaciones por obra y acción de corruptos, con impunidad y avalados por el sistema de organización del propio Estado.

Esta es la realidad, perfecta carnada que utilizan los ideólogos zurdos y radicales, para proponer la urgencia de una Asamblea Constituyente como expresión de una falsa participación popular y democracia participativa a sabiendas de ante mano que será el paso soñado, para convertir a un Estado de Democracia imperfecta, en un Estado totalitario.


Es el sistema que está fallando, sin olvidar que éste es conformado por instituciones de hombres y mujeres al servicio del país, pero que algunos atraídos por la corrupción, desde el poder delegado y la función pública, terminan debilitando las propias estructuras del Estado y éste organizado por los corruptos siempre será incapaz para reformarse y con ello seguir posponiendo la atención y solución a las demandas que requiere una sociedad para crecer y desarrollarse, con prosperidad y bienestar.

Cuantitativamente, según la Contraloría General de la República, se estima que una década de corrupción es equivalente a 01 año del presupuesto de la República, así de grande y escandaloso es el robo a la República y donde todo pareciera que el sistema es ciego y sólo se acomoda para los maquillajes; en este oprobioso festín no hay distingos, compiten los de derecha e izquierda y del centro político, tampoco faltan los ideólogos de la progresía e igualdad, y aquellos de cuello y corbata llamados empresarios mercantilistas, que abundan en nuestra patria. Este concierto de voluntades para robarle al Perú, muestra con claridad que la corrupción no tiene bandera, ni color político, ni principios; son los amorales de la sociedad, de la política y de los negocios.

Un hecho global en materia de salud, la COVID – 19, se encargó de desnudar como la corrupción, terminaba impactando en la vida de los ciudadanos hasta significar la muerte; esta pandemia sanitaria, puso al descubierto la precariedad de los sistemas de salud pública, oportunidad bien aprovechada y utilizada por los ideólogos zurdos y progresistas para construir su narrativa en contra de la Constitución vigente, olvidando que los gobiernos regionales y gobierno central, desde décadas pasadas, siguen sumidos en oprobiosos actos de corrupción en la construcción de la infraestructura hospitalaria.

Ellos saben que no fue, ni es, la Constitución Política del 93 la culpable; las únicas a quien culpar son a la corrupción e ineptitud en la gestión de los recursos asignados a la salud cuyos resultados están reflejados en las decenas de hospitales sin terminar por obra y gracia de los actos de corrupción de sus autoridades regionales, en una burocratización asfixiante, donde predomina el personal administrativo antes que personal médico asistencial, y en el mercantilismo apoyado desde el ejecutivo en la provisión de oxígeno medicinal y en las oscuras compras de vacunas e implementos de salud accesitarios.

Mientras cada día se contaban por decenas los muertos, la corrupción y sus actores estaban de fiesta, cual aves de rapiña o carroñeros viviendo de los muertos; fueron dos años de dolor, de un lado encontramos angustia para millones de hogares y al otro lado de la alforja, la bonanza para las autoridades corruptas, empezando por el propio presidente de la República (Martin Vizcarra), ministros de Estado, Gobernadores regionales, Jefes Policiales, Alcaldes y empresarios carroñeros. El resultado final de este desgobierno y del accionar de la corrupción, se graficaron en más de 220 mil muertos, más de 1 millón de desempleados, casi 2 millones de MYPES en bancarrota, derroche de la reserva fiscal - algo más de 150 mil millones.


No queriendo mirar esta realidad, por su complicidad, los ideólogos progres y radicales, muchos de ellos convertidos en actores de este festín, se dedicaron a lanzan su narrativa culpando a la Constitución Política. Tampoco se debe dejar pasar o ignorar, la complicidad de los medios de comunicación, porque en tanto desinformaban a la población, sus propietarios amasaban fortunas con los dineros públicos e incluidos periodistas vendidos al régimen de turno.

3. Hora decisiva: narrativa hecha realidad

Durante 25 años, construyendo y diseminando sus narrativas, con el único propósito de implosionar al Estado, a sus instituciones y a la propia Constitución Política, los ideólogos consideran que les había llegado la hora para enfilar sus baterías y calificar al Estado como caduco y fallido, señalando que el neoliberalismo, empobrecedor de las mayorías, debe tener su fin en tanto la Constitución que lo sostiene fue hecha a la medida de los grupos económicos dominantes y transnacionales; esta narrativa obviamente fue implementada, directa e indirectamente, desde el propio Estado (poder Ejecutivo y Legislativo).

Mientras debilitaban al poder central, los progres tomaban las riendas de Gobiernos Regionales y Alcaldías para así extender y arraigar su narrativa (agudizar las contradicciones de clase y anti Estado); por los resultados tangibles se puede afirmar que con sus narrativas al fin pudieron llegar a los poderes subnacionales y así terminar de apropiarse6 –robar - los recursos públicos y también de aquellos generados por actividades extractivas, como la minería.

La experiencia de descentralización (gobiernos regionales) a la luz de sus resultados se puede afirmar que ha sido nefasta, en el propósito de construir una sociedad más humana y con desarrollo; estos gobiernos subnacionales, lejos de aportar al cierre de brechas existentes en sus territorios, dedicaron su tiempo a normalizar, participando y conviviendo, la corrupción; a medida que estas autoridades regionales y locales, elegidas democráticamente, robaban los dineros públicos, crecía en las sociedades locales su indignación y repulsa a la democracia. La mayor parte de estas autoridades provenían de ideologías izquierdistas y otros simplemente en su condición de aventureros políticos, dispuestos a aprovecharse económicamente por medio de la corrupción.

Para concluir con este tema, sólo recordemos que hubo un político (sentenciado por corrupción) que tuvo una justa apreciación del último resultado de elecciones presidenciales, este político reseñó “…el neoliberalismo y la corrupción secaron los pastos de la pradera, la COVID fue el combustible, nosotros el fósforo para prenderla y, Pedro Castillo, el viento para diseminarla…”. Apreciación entendible en cuanto culpa “interesadamente” a la Constitución Política como la culpable; este personaje político de las filas de la izquierda radical alienta su llamada refundación de la República = socialismo siglo 21 = dictadura = narco Estado. Lo que se calla es que, a pesar de las pruebas de corrupción de este personaje, jueces y fiscales no quieren ver y prefieren cruzarse de brazos, por conveniencia, y dejarlo en libertad, este es el actuar de una justicia que sucumbe a la corrupción y con ello arrasar valores y principios de una sociedad.


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