La adecuada nutrición y el agua potable, como oportunidad de igualdad y derecho humano.
La situación de Perú por la muerte de miles de peruanos producto del COVID-19, es harto conocida en el mundo y lamentablemente nos ubica como país con la más alta mortalidad hasta el momento, es así que 1 de cada 1000 peruanos dejaron de existir en estas circunstancias. A la fecha alrededor de 33,000 muertos, y de ellos 23,000 son adultos mayores de más de 60 años; 9,500 son adultos entre 30 a 59 años, alrededor de 300 son jóvenes, 50 adolescentes y 100 niños.
Si vemos la relación entre fallecido e infectados, evidentemente la mayor tasa de mortalidad recae en la población de mayores de 60 años, aun cuando el número de infectados sea mucho menor que entre el grupo de menos de 59 años. Es decir, los de 60 a más años se infectan menos, pero mueren más, superando a las otras edades en casi tres veces más.
Pero también vemos riesgos asociados a la mortalidad por COVID-19. Las estadísticas muestran que el 85% de los fallecidos tenían obesidad, mientras que el 43% padecían de diabetes y 27% de hipertensión arterial (Agencia EFE Lima, 4 agosto), dato de prevalencia que no ha variado sustancialmente en el desarrollo de la enfermedad.
Contemplando a la vez otros factores de riesgo subyacentes, en cada una de ellas (hipertensión, obesidad, diabetes), encontramos en la literatura médica por ejemplo, para la Obesidad: la alimentación poco saludable, el sedentarismo, factores socioculturales, menor nivel educativo, factores conductuales, genéticos y medicamentos entre los más prevalentes; para la Hipertensión: sobrepeso y obesidad, falta de actividad física, raza, consumo de tabaco, alcohol, diabetes, entre otros; y para la Diabetes sobrepeso, obesidad, inactividad física, factores genéticos, hormonales etc. En esta lista vemos como varios de los factores de riesgo se repiten entre una y otra Patologia o enfermedad, y si continuamos escudriñando otra causa que provoque por ejemplo el sobrepeso, encontraremos principalmente la inadecuada nutrición entre otros determinantes.
Es así que el Ministerio de Salud en octubre del 2019, advierte que unos 14 millones de peruanos sufren de sobrepeso y obesidad, a su vez, el exceso de peso es responsable del 43.6% de mortalidad por enfermedad cardiaca hipertensiva, el 40.2% de diabetes mellitus y el 32.8% de enfermedad renal crónica. Estadísticas que revelan lo mal que estamos en el Perú respecto a la nutrición cuyas consecuencias ya las conocemos.
Teniendo la evidencia de estos factores de riesgo en el contexto del desenlace de fatalidad por el virus, que no sólo se repite entre las regiones de nuestro país, también en el mundo, debe servir como referencia a priori para los hacedores de políticas públicas y fijar la vista en las causas subyacentes de las causas.
Para el caso de la nutrición, las causas de las causas, bien pueden enmarcarse en toda la cadena alimenticia, cuyas intervenciones puedan afianzar ¨la adecuada nutrición¨ y conservar la salud en general, priorizando en este proceso la calidad del producto, la cantidad y equilibrio de sus nutrientes, junto al acceso del agua potable, no solamente como un derecho humano sino como una oportunidad de igualdad para todos los peruanos.
Se precisa tener un objetivo en común ¨la adecuada nutrición¨, enmarcando integralmente la lucha contra la anemia, el sobrepeso, la obesidad, bajo peso, desnutrición crónica, aguda, que hasta ahora los ministerios involucrados actúan ante ellas como si fueran entidades disociadas entre sí, cuando una con otra tienen coordenadas que comparten y suscitan ciertas dependencias. Se necesita de la complementariedad de acciones y no a la superposición de ellas.
De continuar con las intervenciones de nutrición que ya van quedando obsoletas por la presencia inesperada del COVID-19, inevitablemente se continuará con el circulo vicioso de causa efecto y causa efecto de nunca acabar, cuya morbilidad ira camino a exacerbarse y ante la presencia de una nueva calamidad no habrá sistema sanitario ni cuerpo humano que resista la próxima agresión, tal vez en mayor magnitud que la actual y por cierto tan dolorosa.
El COVID-19 nos está poniendo un espejo para reformular las estrategias de intervención en virtud de la apropiada nutrición que junto a la disponibilidad de agua potable sean políticas de Estado, no de gobierno, en la medida de micro intervenciones que sumadas proporcionen una gran operación hacia la salud, así por ejemplo:
• Ministerio de salud, con la educación sanitaria nutricional como eje transversal a las intervenciones de salud.
• Ministerio de Educación, con la educación nutricional cuyo contenido tenga la misma valoración de otras materias educativas.
• Ministerio de agricultura, control y uso de pesticidas y su erradicación progresiva. Fomento de los huertos familiares con productos orgánicos y crianza de animales para consumo humano en ámbitos propicios.
• Agua potable como interés público, promoción de la siembra del agua.
• Subvención del Estado para la agricultura con productos orgánicos.
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Invitaciones que pudieran contribuir al acceso de todos los nutrientes y agua potable para conservar la salud y mejor aún si nuevas políticas con interés humano adoptan en su agenda, dichas vicisitudes. Hay que evitar que recrudezca la desnutrición en todas sus formas y la anemia con enfermedades asociadas, erradicando que COMER SANO CUESTA CARO, más bien COMER SANO COMO OPORTUNIDAD DE IGUALDAD Y DERECHO HUMANO.
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