La palabra “intolerancia” proviene del latín y significa “cualidad del que no puede aguantar, sobretodo, otras opiniones”. En las últimas semanas hemos asistido a por lo menos cuatro claros ejemplos de tan penosa “cualidad” que involucran a la presidenta de la república (en minúsculas) Dina Boluarte, al actual presidente del congreso (también en minúsculas) Alejandro Soto, al ministro de economía José Arista, y a la fiscal Marita Barreto.
A la Sra. Boluarte no le hizo gracia que la fiscalía irrumpiera en su domicilio privado con la ayuda de un ariete que luego fue representado en la ya famosa torta de cumpleaños que le ha costado una investigación y la separación temporal del cargo al jefe de la División de Delitos de Alta Complejidad, el coronel Harvey Colchado, logrando lo que Pedro Castillo no pudo hacer: deshacerse de su principal persecutor.
Al Sr. Alejandro Soto, por su parte, le pareció de muy mal gusto que el ministro de economía José Arista dijera en voz alta una verdad de perogrullo: que las votaciones de muchos congresistas son motivadas por su deseo de “complacer a las masas” ahora que se les ha abierto la puerta de la reelección. Indignado le mandó una carta a la Sra. Boluarte casi casi pidiendo la destitución del recientemente nombrado ministro “por semejante atrevimiento”.
Luego de ofrecer sus disculpas al presidente del congreso, el ministro Arista no tuvo mejor idea que actuar con la misma prepotencia con la que había sido tratado por el Sr. Soto. Molesto por las críticas al manejo de la política fiscal por el presidente del Consejo Fiscal, Carlos Oliva, y en particular por su invocación al ministro para que “no tire la toalla” y tome las medidas necesarias para alcanzar el nivel de déficit fiscal objetivo, no tuvo mejor idea que pedirle a la Sra. Boluarte que no renueve el mandato del Sr. Oliva como presidente del Consejo Fiscal.
A la fiscal Marita Barreto la intolerancia le llegó con algo de retraso: decidió involucrar en su investigación acerca de los “cuellos blancos” al periodista Juan Carlos Tafur, allanando su domicilio y reteniendo teléfonos celulares y laptops “por haberse atrevido”, algunos meses atrás a escribir una crónica en el portal SUDACA sobre las visitas que hizo la fiscal a Punta Cana, visitas por lo menos cuestionables.
Podría anotar un quinto ejemplo a raíz de las declaraciones siempre Ad hominem (criticando no el mensaje sino al mensajero) del alcalde de Lima Rafael López-Aliaga, pero su caso es tan extremo que merece una categoría especial en el campo de la intolerancia.
Necesitamos cultivar el respeto al disenso, a la opinión contraria y recordar ese viejo adagio inventado por el gran Óscar Wilde: “Lo único que no debemos tolerar es la intolerancia”.
Comments