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Carlos Ginocchio / El pueblo, las turbas, y Gorgias (1 de 2)


La humanidad ha tenido revoluciones desde que apareció el pensamiento en Mileto (hoy ciudad de Turquía), en la Grecia del siglo VII AC, con Tales, Anaxímenes y Anaximandro. Desde entonces se han producido rebeliones y revueltas, violentas y pacíficas, para conseguir cambios, algunos beneficiosos, otros perjudiciales.


Las manifestaciones de Martin Luther King y Mahatma Gandhi fueron serenas y alcanzaron sus objetivos. La Revolución Francesa (1789) a la que se le atribuye los conceptos de Libertad, Igualdad, y Fraternidad – la Carta Magna inglesa de 1215 fue anterior – instauró un período de terror que devoró a sus propulsores: Marat, asesinado en 1793, Dantón (no olvidéis mostrar mi cabeza al pueblo, merece la pena) Desmoulins, y Robespierre guillotinados en 1794. Además, las ideas que prevalecieron fueron producto de pensadores como Montesquieu, Rousseau, y Voltaire, y no de agitadores que buscaban notoriedad.


La mayoría de las revoluciones sangrientas, en el siglo XX, se iniciaron en zonas rurales, comprensible por el olvido de las autoridades nacionales, sus propios líderes, y hasta sus paisanos. En el mediano y largo plazo, sus resultados fueron desastrosos. Jiang Qing, esposa de Mao desde 1939 (la cuarta), y que lo acompañó durante la Reforma Cultural, fue detenida inmediatamente tras la muerte de su esposo, condenada a muerte, modificada su sentencia por cadena perpetua, y Deng Xiaoping inició un régimen de capitalismo estatal que la ha convertido en la segunda potencia mundial, y donde los derechos de los trabajadores no existen, como tampoco el de la huelga.


La Perestroika demolió el régimen comunista económico de la revolución rusa avanzando, también, hacia un nuevo modelo, incluso con privatizaciones y renovación del sistema bancario. Los servicios públicos eran un desastre, había desabastecimiento y elevada corrupción. Los ciudadanos derrumbaron las estatuas de Stalin, y el país dejó de subsidiar a Cuba. El ingreso per cápita de Corea del Norte es 600 euros, y 40% de su población está bajo la línea de pobreza. Corea del Sur siguió otro camino, tiene un ingreso per cápita de 30,000 euros, y 14% de pobreza. Según la ONU, 1.5 millones de ciudadanos cubanos (15% de su población) han migrado, y 92% a Estados Unidos (81%), España e Italia. A octubre de 2022, hay más de 7,1 millones de personas refugiadas y migrantes de Venezuela, según l la Plataforma R4V. Como destino Rusia, China, Corea del Norte, Cuba, Venezuela o Bolivia, ni siquiera 1%. Esa es la realidad de las revoluciones en tres de los países más celebrados por la izquierda radical.


Esto demuestra el descalabro de las propuestas anacrónicas que la izquierda peruana pretende imponer, y el fracaso de las teorías de Marx, quien afirmaba se producirían asonadas entre los proletarios, reclamando sus derechos, y fue el Capitalismo el que les mejoró sus niveles de vida, produciéndose estos levantamientos en los sectores rurales, los grandes olvidados, y que el alemán – proveniente de una familia acomodada, y que subsistía con el apoyo de los ingresos del negocio familiar de Engels - nunca vislumbró el campo.


En 1900, 70% de la población del planeta residía en zonas rurales, y hoy alcanza 21%. En Lima, vilipendiada por los supuestos reformistas - fenómeno mundial pues en ningún país del mundo se denuesta a su capital – 75% de sus residentes son provincianos o hijos de estos (Vox Populi, 2017).


El Pueblo – la expresión más común y utilizada por quienes pretenden dotar de legitimidad a sus propuestas, aún cuando no representan a quienes dicen hacerlo, ni en cualidad ni cantidad – no es sinónimo de turba, multitud, tropel, o tumulto. Los 50 mil asistentes al estadio José Díaz en la tragedia de 1964 no eran el ‘pueblo’, pero sí una ‘muchedumbre’.


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