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Fabiola Morales / Del humor a la ofensa


La caricatura es un arte muy antiguo que se practica desde que aparecieron las primeras gacetas de opinión en todo el mundo. No nos referimos a las tiras cómicas que cuentan historias graciosas de entretenimiento, sino a las imágenes que exageran o distorsionan determinados aspectos de la realidad de los hechos o personajes, normalmente, del mundo de la política, que resultan en la práctica una crítica satírica.


Es la caricatura un subproducto de la sátira literaria nacida en la comedia griega, como contraria a la tragedia, ambas practicadas con maestría por el teatro griego por autores como Sófocles y Esquilo, o como Aristófanes y Menandro -estos últimos- grandes comediógrafos. Si bien la comedia producía risa y la tragedia arrancaba lágrimas, en ambos casos se buscaba producir la “catarsis” que libera la opresión de las emociones, pero también dejar una enseñanza, mediante la crítica social, más o menos velada.


Son varios los periódicos en nuestro medio que, diariamente, nos ofrecen caricaturas con el fin de expresar determinada opinión, de acuerdo a la línea informativa del medio, mediante el uso del recurso del humor que puede recurrir a varios matices desde la broma, a la ironía; hasta lo burlesco, satírico y grotesco. Pero es usual que se muevan siempre en el escenario de la política, y sin mayores ofensas.


Es por eso que llama la atención dos recientes caricaturas firmadas por Heduardo, en La República que hacen alusión a la Virgen María y a Miguel Grau, como “herramientas” satíricas, para criticar a dos políticos. Como es natural, en el primer caso, los católicos expresaron su protesta, ante lo que es una clara ofensa de la fe de la mayoría de peruanos, en la persona de la Madre de Dios, para fines totalmente ajenos; pero ni el caricaturista ni el diario tuvieron un pequeño gesto de disculpa ni respuesta a los laicos, ni a la Conferencia Episcopal que expresó su rechazo.


En nombre de la libertad de expresión no se puede ofender a nadie y, menos aún, cuando casi todos los peruanos profesamos la fe católica, cuyos aportes a la formación cultural del país son reconocidos por la misma Carta Magna. No se puede ofender a un Perú, profundamente mariano que se expresa en tantas advocaciones de María a las que se rinde veneración: la Virgen de Chapi en Arequipa, la Mamacha Belén en Cusco, la Virgen de la Candelaria en Puno, la Virgen de la Puerta en La Libertad, la Virgen de las Mercedes -estrella de la Evangelización- en Paita. La libertad tiene su contrapeso, que se llama responsabilidad, y sus límites, que son el respeto a la dignidad de las personas.


En el segundo caso, hubo comunicados de protesta de la familia del piurano Miguel Grau y de la Asociación Pro Marina por “el malicioso y delictivo uso (…) de su nombre, su imagen y su simbolismo de valor excelso de la Patria para fines políticos”. Comunicados que tampoco fueron respondidos con una mínima expresión de excusa. Se trata de nuestro Héroe del Milenio, máximo ejemplo de hombre, de padre, de marino, de político y de patriota. Usar su nombre para burlas y chanzas que más que satíricas son ofensas directas, es el colmo de la “caradurez”.


Queda clara que la actitud del caricaturista, con el apoyo de sus directivos periodísticos, es la de traerse abajo los valores de nuestra cultura peruana, y quien no lo entienda así, un día despertará en un Perú, sin cultura ni valores.



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