Momentos muy tristes son los que nos toca vivir, cómo el de ser testigos de esta parte de la historia peruana que, en vez de avanzar como país, retrocedemos, involucionamos. Qué decepción. Qué impotencia, vivir la crónica de una pobreza anunciada.
Una pobreza que ya tiempo nos acompaña, por malos gobiernos, y ahora por otra nueva mala gestión del gobierno actual, se ha incrementado, en más de 600 mil personas del 2022 al 2023, llegando a un nivel de casi 10 millones de peruanos que ni siquiera ganan 445 soles al mes, cifra considerada como la línea de pobreza, la cual significa menos de la mitad del salario mínimo.
Hay una oración conocida, el Padre Nuestro, dónde se le pide al Señor por el pan nuestro de cada día, porque es que diariamente se tiene que comer para vivir. Hagan cálculos, e imagínense vivir, con comida incluida y demás necesidades con 445 soles al mes o menos, y si tiene a alguien a su cargo, peor aún. Pero esto es una realidad concreta en el Perú de hoy. Diez millones de compatriotas están en esa situación.
Pero esto, es aún peor, ya que además hay otro poco más de 10 millones que están en condición de vulnerables, o sea que, por cualquier circunstancia, cualquier imprevisto, sea por que se enfermó, porque le robaron o porque se incrementó la inflación, o sea por cual variable incontrolable que siempre suceden, en cualquier momento pasan a la condición de pobres.
Esto quiere decir que más de 20 millones de los 33 millones que hacemos Perú, la pasa mal, 2 de cada 3 peruanos está viviendo mal, que sobrevive por ese instinto natural de conservar la vida, pero no está contento, no tiene por qué estarlo, y más bien temo que aparte de estar sufriendo, puede estar cultivando un sentido de desesperanza que no es bueno para nuestra sociedad. Hay una correlación entre crecimiento económico y pobreza, y es por ello que vivimos cada vez más inseguridad, más violencia, más crueldad, más temor, minando la confianza, la ilusión de un futuro mejor.
Sin confianza la sociedad no camina, no hay ganas, no hay motivación, no hay ánimo ni fuerza para aspirar a un cambio racional, que bien liderado y comunicado, puede hacerse armónicamente, y sobre todo en paz. Pero eso no está sucediendo, se está abusando de una sociedad que solo está luchando por sobrevivir y que, en cualquier momento por el descontento de las mayorías, puede reaccionar en la forma no deseada. Con la pobreza hay hambre, y con el hambre, se cultiva la violencia. Prioricemos dar solución a este grave problema, porque de no hacerlo ponemos en juego nuestro futuro como nación.
Es un exceso que, en un país con tanta pobreza, la presidente muestre gran atracción por los signos exteriores de riqueza, que antes no gozó y por una belleza que la naturaleza no le otorgó. No es tampoco del agrado de la sociedad, tener un congreso de nivel tan bajo, que cambia artículos de la constitución a su mejor conveniencia, y se aumenta sueldos y gollorías.
Tenemos una clase política que fracasó. Vemos en la comparación de los poco más de 16 meses de gestión de Castillo, con la oposición frontal de los que perdieron en la segunda vuelta, y la gestión en los poco más de 16 meses de Boluarte en cogobierno con los que perdieron la segunda vuelta, y ambas gestiones son malas. Esto es evidente, real y concreto.
Recuerdo un diario de derecha que puso en su portada del día siguiente de la juramentación de Boluarte, en foto con todo su gabinete. “Al fin un gabinete de técnicos”, y ahí están los resultados: 1.5% más de pobres.
No es cuestión de izquierda, derecha, es cuestión de la oferta electoral que permite este sistema, que a mi juicio está muy mal hecho, porque se autoriza la participación de organizaciones políticas con problemas con la justicia y con candidatos en sus listas, con pendientes con la justicia, sin mayor preparación, sin conocimiento del Perú y el Mundo, y adicionalmente, sin ningún plan de gobierno, con objetivos, plazos, montos y personal a realizarlo.
De esta manera tan poco exigente, del actual sistema electoral, cualquiera se presenta, y como cuesta presentarse, se busca la forma de financiarse sin importar el cómo hacerlo, tal como lo hemos visto y vemos, a cambio de retribuciones posteriores. Con el capital posible de hacer una campaña política, se busca una cuota de poder, la cual será tan grande cómo recursos con que se cuente, y así lograr la impunidad de sus pendientes con la justicia, y su propio beneficio personal, sin pensar en lo más mínimo en el beneficio colectivo, tal como lo estamos viviendo.
Y así, seguimos perdiendo el tiempo, permitiendo en forma insensible que la pobreza y el hambre se sigan incrementando en un país con tantas posibilidades. Van pasando las elecciones y volvemos a lo mismo, haciéndonos cada vez más daño, por la mala oferta electoral.
No es que el pueblo no sepa votar, no es que sea “cojudigno” como despectivamente lo califican, lo que pasa en realidad, es que no tiene por quien votar, vota por lo que le ofrece la mala oferta electoral. Esto es evidente, lo estamos viviendo en los sucesivos procesos electorales. Cada vez es peor.
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