El año nuevo, es todo un renacer de la esperanza. Es el fin de un ciclo y el inicio del otro, lo que es sinónimo de celebración, de procurar vibras y energías positivas, en dónde todos nos deseamos lo mejor para esos 12 nuevos meses que se nos vienen. Ojalá que esos buenos deseos, esos propósitos, así lo sean.
Buenos deseos, pero siempre en contacto con la realidad. Y la realidad nos dice, que tenemos un problema muy grave de enormes brechas territoriales, concentramos el PBI en Lima con casi un 50%, seguida muy detrás por Arequipa con un 5.5%, La Libertad 5%, y por las demás regiones con aportes entre 0,2% y 3% al PBI. Esto es difícil de entender, pero es nuestra realidad, 200 años de malos gobiernos, que no han sabido mirar al Perú entero, y manejar el Perú para todos los que acá vivimos, en tan extenso territorio. Si esto no lo entendemos y no lo llevamos a la acción, por más que cada nuevo año, nos deseemos lo mejor, esto no va a ser posible.
A descentralizar el país y a desarrollarlo territorialmente, con gobernanza que emane de la participación activa de la ciudadanía. Tenemos que corregir urgentemente estas brechas de desarrollo territorial. El no actuar en consecuencia, significará más violencia y conflictos sociales. Advertidos estamos. No es con balas, ni con pérdidas de vidas que se va a detener las protestas, de tantos postergados, en un país, con tantas potencialidades. Si queremos un país unitario e integrado, necesitamos un desarrollo y crecimiento armónico en todo el país.
Nos falta reformar el sector público, para que, con objetivos claramente definidos a corto, mediano y largo plazo, cuenten para su ejecución con las personas más idóneas, con el uso de sistemas tecnológicos de organización y gestión más avanzados, para con activa participación ciudadana, poder remontar estas enormes brechas de desarrollo territorial. La ineficiencia de la gestión pública a nivel nacional es alarmante. No hay los cuadros calificados que se necesitan. No se puede continuar con el 33% de la población viviendo en un 0.2% del territorio nacional, que es Lima.
Debe haber creatividad para impulsar políticas, que fomenten la movilización a otros tantos lugares fuera de Lima, y así poder despoblar la capital, que se ha convertido en una ciudad donde ya no es agradable la convivencia. Y a la vez, capacitar, formar y desarrollar cuadros capaces, para propiciar un desarrollo sostenible, a nivel nacional. Recomendable, que se hagan alianzas estratégicas con universidades, para su apoyo con un asesoramiento responsable, y la participación activa de los jóvenes, para mejor conocimiento e identificación con sus territorios.
Este 2022 que se acaba, ha tenido un crecimiento económico débil, de alrededor de un 3%, inferior a los pronósticos de inicio de año y lejos del crecimiento de más de 7% anual que necesitamos para incorporar la enorme demanda laboral, por la cantidad de jóvenes que se van sumando año tras año a la población económicamente activa. Es imperativo generar empleo. La falta de empleo, genera pobreza y delincuencia, fomenta la informalidad. Hay que atraer inversiones y dar las condiciones para que el territorio en que se realice beneficie a todos los miembros del territorio, a su comunidad, cómo a su vez haga sinergia con otras actividades complementarias para su desarrollo territorial.
Servicios o manufactura y comercio, por el buen comportamiento del consumo privado y de las exportaciones, fueron sectores destacados. La disminución de las restricciones sanitarias, como al incremento de empleo formal, que ya superó los niveles del 2019, apoyaron su crecimiento. El PBI primario solo creció 1.9%, a pesar de los buenos precios internacionales, pero lastimosamente los conflictos sociales, interrumpieron en forma constante la actividad minera. Otro sector que es necesario reactivar es la construcción, por el empleo que genera, y por supuesto la minería, ya que el sector minería e hidrocarburos aporta con el 14.3 % al PBI nacional, 350 mil de empleos directos y un millón de indirectos, y un 20% de nuestras exportaciones, por ello su impulso es necesario; sin embargo, a octubre de este año, las inversiones mineras ya habían caído 7.1 % a comparación del mismo mes del 2021.
Además, la demanda de créditos de consumo se mantuvo, pero no se ha visto una recuperación en el nivel de créditos hipotecarios o de financiamiento para empresas. Otros rubros que apoyaron el desempeño de la economía fueron turismo y entretenimiento. Otros datos importantes, es que se cerró el 2022 con una inflación por encima del 8 %, más del 80 % de informalidad laboral, una caída de la inversión privada en 0.8 % y una nueva presidenta tras un intento de golpe de estado de parte del ahora vacado Pedro Castillo.
Se tiene que detener el alza de precios de los alimentos porque compromete la seguridad alimentaria de cinco de cada diez peruanos; sin embargo, la agricultura continúa amenazada por la escasez de fertilizante y las sequías. El sector del agro ocupa, el 23% del total de trabajadores del país y es un mercado de 13 mil millones de dólares que representa el 5.4% del producto interno bruto (PIB). Una productividad muy baja, para un sector indispensable para la economía peruana.
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