top of page
  • Foto del escritorAnálisis Efectivo

Luis De Stefano Beltrán / Engaño de Agricultura Orgánica (2 de 2)

Los científicos agrícolas en muchas partes del mundo se encuentran en un gran dilema. ¿cómo dar de comer a una población mundial cada vez más grande y al mismo tiempo hacerlo de una manera sostenible? Las mejores tierras cultivables del mundo ya están siendo utilizadas. Una fracción significante de ellas, las que rodean las grandes ciudades, se pierden por el crecimiento acelerado de las ciudades. Recurrir a tierras menos productivas terminaría afectando ecosistemas naturales o empujaría a poblaciones en riesgo a desplazamientos indeseables. La opinión mayoritaria en la comunidad científica es que la solución está en la ciencia y eso supone producir cada vez más en la misma tierra cultivable disponible hoy. Nos encontramos en el inicio de la cuarta revolución tecnológica en el agro que hará posible aumentar significativamente la productividad en las tierras de cultivo ya utilizadas. Takeshi Yamazaki, experto en inocuidad alimentaria y Presidente de la Society of Food Safety and Security afirmó hace algunos días que los cultivos genéticamente modificados (OGMs) y los editados genéticamente son más seguros que las variedades convencionales o silvestres. Los logros de esta revolución tecnológica no solo incluyen el desarrollo de nuevas variedades, resistentes a plagas y enfermedades y tolerantes a factores abióticos, sino, entre muchos otros, nuevas maneras de combatir los insectos dañinos a los cultivos sin necesidad de insecticidas.


El problema para los agricultores y científicos agrícolas surge del apoyo de los gobiernos a la agricultura orgánica, un pésimo ejemplo de dependencia ideológica que trasciende los dictados de Bruselas y las fronteras de la Unión Europea. El asunto se complica porque la agricultura orgánica tiene sus raíces ideológicas e históricas en la seudociencia. La agricultura orgánica se basa más en una filosofía que en ciencia: la creencia de que todo lo natural es mejor e inocuo más algunos remanentes teóricos del vitalismo. Todo este mélange ideológico ensamblado primero por Rudolf Steiner en Alemania y después por Lady Balfour en Inglaterra ha resultado en un conjunto de reglas específicas que definen lo “orgánico” y que en su mayoría representa un rechazo total de la agricultura moderna. Curiosamente, Steiner en sus conferencias sobre la agricultura biodinámica alentaba a sus ocasionales oyentes a validar sus sugerencias científicamente, pues él no lo había hecho todavía. Ojalá lo hubiesen escuchado. Obviamente, no todo es malo, hay algunas cosas buenas en esas reglas, como la rotación de cultivos, el control biológico o la prohibición del trabajo infantil. Aunque es muy difícil de conciliar este último con la ciencia agrícola. Sin embargo, la agricultura orgánica no utiliza los mejores métodos más sostenibles. Los métodos más “naturales” son seleccionados según algunos criterios arbitrarios e intuitivos. Un típico ejemplo, la agricultura orgánica sí puede usar pesticidas, pero únicamente si éstos son de origen natural sin importar si son más tóxicos o menos eficientes que los convencionales. En efecto, según las reglas orgánicas, arbitrarias y cambiantes, del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) más de 20 productos químicos se usan frecuentemente en el cultivo y procesamiento de cultivos orgánicos, muchos de esos pesticidas orgánicos son más tóxicos que los sintéticos que se usan en la agricultura convencional.


El peor defecto de la agricultura orgánica es su baja productividad que resulta en el desperdicio de agua y tierras de cultivo. El fitopatólogo Steven Savage de la Fundación CropLife analizó los datos de la Encuesta Orgánica 2014 del USDA, sus hallazgos fueron extraordinarios. En 59 de los 68 cultivos encuestados hubo una brecha de rendimiento con respecto a los cultivos convencionales, lo que significa que, controlando otras variables, las unidades de producción orgánicas estaban produciendo menos que las convencionales. Algunos ejemplos: las granjas orgánicas produjeron un 61 por ciento menos de fresas que las convencionales; 58 por ciento menos de mandarinas; 45 por ciento menos de algodón; y 39 por ciento menos de arroz. Savage concluyó: “En 2014 haber producido todos los cultivos de Estados Unidos como orgánicos habría requerido usar 43.6 millones de hectáreas más de tierra cultivable”.


La gran pregunta para nosotros es si promover, desde el gobierno, la agricultura orgánica, tiene sentido especialmente si somos un país donde la buena tierra es escasa. Quizás, y estrictamente de manera utilitaria, solo sea recomendable cuando el precio de venta (restando la “comisión” de las ONGs certificadoras) compense la pérdida de rendimiento por há. Para el resto deberíamos adoptar la mejor tecnología disponible que la ciencia nos puede proporcionar.


Referencias;

El autor es Profesor e Investigador en la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Las referencias usadas en la preparación de este artículo pueden ser obtenidas escribiendo a luis.destefano@upch.pe


15 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page