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  • Foto del escritorAnálisis Efectivo

Luis De Stefano Beltrán / Verano del 2004 (1 de 2)

Hace unos días mientras leía los principales puntos de la segunda reforma agraria recordé mi verano del 2004. Había llegado un año antes al Northern Crop Science Laboratory del Servicio de Investigación Agrícola del USDA en Fargo, North Dakota, para ocupar una plaza de Fisiólogo de Plantas. Mi primer desafío, sacar adelante un proyecto sobre la base molecular de la dormancia en papa. Fargo, una ciudad con una población de unos 125 mil habitantes, está ubicada en el lecho de un lago glaciar, el Lago Agassiz, que llegó a ocupar un área más grande que la de todos los actuales Grandes Lagos juntos. Me habían advertido de sus inviernos más fríos que Moscú, pero no me dijeron nada sobre sus veranos.


Las temperaturas por encima de los 30s en esos días de julio me recordaron mis veranos en Baton Rouge, en el “sur profundo” de los Estados Unidos. La gran diferencia, los atardeceres frescos y las mañanas frías de Fargo. No fue muy difícil tomar la decisión de alejarme por unos días de mi proyecto preferido. La base molecular de la dormancia de la papa podría, sin duda, esperar un poquito. Cinco días útiles más dos fines de semana de vacaciones eran todo lo que me correspondía después de mi primer año en el USDA y pensé que podría usarlos para ir al oeste, al verdadero lejano oeste.


Los nueve días pasaron más rápido que de costumbre. Los casi 900 kilómetros que separan Fargo de la Torre del Diablo en Wyoming se vieron interrumpidos más de una vez por bisontes salvajes descansando en medio de la carretera. El respeto que imponía su gran tamaño evitaba que los ahuyentara con el claxon por lo que la mayoría de las veces tuve que esperar a que se retiraran en sus propios tiempos. En los últimos años los bisontes, gracias a las políticas de conservación del USDA, han logrado multiplicar casi 500 veces (datos del 2017) su población de aprox. 1000 en 1910.


El último día del viaje de regreso a Fargo había comenzado muy temprano en Rapid City. Atrás quedaban los caminos angostos y la belleza exuberante de las Colinas Negras, los fantasmas de Wyatt Earp, Calamity Jane y Wild Bill Hickok jugando cartas en Deadwood, la inmensidad del Monumento a Caballo Loco aún no terminado y la eterna serenidad del monumento a los Presidentes George Washington, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln y Teddy Roosevelt en la Montaña Rushmore.


Sin haberlo planeado llegué a De Smet (pob 1100) después del mediodía. Un almuerzo ligero en un restaurante del pueblo sirvió para que una mesera me preguntara si venía a conocer la Casa Museo de Los Ingalls. No fue muy difícil encontrarla pues había letreros casi en cada esquina. Charles “Pa” Ingalls la había construido en 1887 y la familia la ocupó hasta 1928. La visita a la Casa Museo no estaba completa sin visitar las tumbas de la familia ubicadas en un cementerio a poco más de un kilómetro de la casa. Parado frente a la tumba de Charles no pude evitar ver grabadas en su lápida la escuadra y el compás que lo revelaban un masón agricultor. Le había tomado casi 20 años llegar a su tierra prometida.


Charles Phillip Ingalls era un hombre inquieto que gustaba viajar, pero fueron la sequía y las plagas lo que lo habían empujado a moverse continuamente por los caminos de Wisconsin, Missouri, Kansas, Minnesota, Iowa antes de establecerse de manera definitiva en De Smet, South Dakota. Recordé entonces las palabras de Laura Ingalls Wilder, su hija, la autora de La Pequeña Casa en la Pradera: "… fueron los agricultores los que tomaron toda esa tierra y la convirtieron en América ... fueron los agricultores los que cruzaron las montañas, limpiaron la tierra, la colonizaron, la cultivaron y se aferraron a sus tierras …".


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