Conexiones mentales que no tienen utilidad 2
Una vez llegué a Las Rejas de Quilca (bar que antes llamábamos el bar de Félix, por su respetuoso dueño chino que se quedaba con nosotros hasta las 6 de la mañana -porque en todos los 80s los bares y cantinas del centro de Lima estaban abiertos toda la noche)-, y entré al fondo y todos rodeaban en una mesa a una figura singular y lo trataban con respeto y pleitesía. Era un mando de Sendero Luminoso que llevaba un terno negro y lentes oscuros. Y me senté un poco al lado y ya con las primeras dos chelas me sitúe en mi habitual distancia por la cual mi mente recorría pensamientos, lo que me había dicho esa mañana alguna chica que me gustaba, y muchas imágenes de lo que me había sucedido a lo largo del día, abstrayéndome y en un viaje interior lejano a mis contertulios, y como siempre llevaba un libro bajo el brazo, lo puse sobre la mesa.
Era el Doctor Zhivago, de Boris Pasternak, en la edición marrón de Seix Barral. Como yo no hablaba nada y llevábamos media hora sentados y sabe Dios lo que estarían hablando, -creo que no me interesaba, aunque era una curiosidad que hubiera "un mando" de Sendero en la mesa-, ya que mi mente siempre estaba en otra parte mientras tomaba la cerveza, sentí que había algo ridículo en el asentimiento a las palabras de este hombre de terno negro por parte de la gente que lo rodeaba y todavía más ridículo en su don de mando, cada vez que pedía que le trajeran más chelas.
Era muy difícil que en ese entonces yo tuviera miedo alguno, tendría entre 19 ó 20 años y en tiempos de toque de queda en las noches me pasaba del plazo de inicio del toque de queda frecuentemente, caminando, y siempre me topaba con tanquetas en las calles de Lima, recuerdo una vez que en la clínica Stella Maris me pusieron contra la pared de la clínica varios militares con sus armas, y yo sacaba muy tranquilo mi Libreta Electoral y les decía: -Vivo a 10 cuadras. Y era tal la tranquilidad y la indiferencia por lo que me sucediera que extrañamente, siempre me dejaban ir hacia mi destino.
Lo cierto es que el "cuadro" o "mando" se fijó en mi libro y me dijo que lo había leído en su juventud y por eso su hija se llamaba Lara (la protagonista de Zhivago se llama en realidad Larisa Fiodorovna, que siempre en nuestra imaginación será Julie Christie), pero que ya se había deshecho de ese libro burgués. Y me hizo una pregunta: ¿a quién representa el personaje de Antípov, el esposo de Lara? Yo dije con simpleza mirando a sus lentes oscuros: -No sé. Y él dijo con gran sabiduría que representaba a Trotsky, el jefe del Ejército Rojo.
Pasado el tiempo creo que "el mando" estaba equivocado. Antípov no representa a Trotsky, aunque ambos en la guerra civil estaban en un vagón de tren, sino a un tipo inventado de bolchevique por Pasternak a partir de muchos bolcheviques que conoció con el tiempo hasta los años 50s -hay que tomar en cuenta que Pasternak ya era un poeta consagrado de los cubistas-futuristas de la poesía de vanguardia rusa antes de la década del 20. Y como este es un texto de conexiones mentales que no tienen por qué tener coherencia, paso a pensar en el detalle que la derrota de Trotsky frente a Stalin tuvo entre otras razones "el aristocratismo de Trotsky" y que el propio Trotsky no podía negar ni controlar y el antiintelectualismo de los dirigentes bolcheviques de la segunda generación.
El vagón de tren que llevaba a Trotsky como jefe del Ejército Rojo era muy lujoso, con muebles muy finos, y era todo un gourmet, y los soldados que iban en el vagón siempre estaban con botas nuevas y lustradas, y el uniforme impecable, y era chocante cuando se movía por el frente, porque las masas obreras y campesinas que formaban parte del Ejército Rojo iban desharrapadas, hambrientas y desoladas y él ordenó a un comisario de Georgia (que no era otro que Stalin) que dejara de fusilar a todos los funcionarios zaristas porque no iban a quedar funcionarios sobre los cuales levantar un Estado, y también generó resentimiento que Trotsky viera que la única forma de ganarle a los blancos y la contrarrevolución -porque estaban realmente al borde de la derrota- era contar en su ejército con personas que tuvieran conocimientos militares y se enrolaron miles de oficiales zaristas en el Ejército Rojo, desplazando a los comandantes rusos que no sabían ni michi y que eran dirigentes bolcheviques ascendidos a comandantes del Ejército, pero que no entendían nada de nada de táctica militar, insumos, armas, retaguardia y ofensiva y que no podían leer un mapa, todos ellos extrañados del vagón de Trotsky que iba siempre tan impecable.
Y Antípov no representaba a Trotsky porque sus rasgos de personalidad son completamente diferentes, y sólo tienen el vagón de tren en común.
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