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Pablo Del Valle / Yo daría lo que fuera (2 de 3)

Yo no había conocido en las cantinas de Lima ninguna persona con tan amplios lazos con la cultura brasileña, que con el tiempo uno va sabiendo que es un tremendo universo vistoso y de una riqueza cultural fascinante, múltiple y viva, en los relatos de Clarice Lispector, Joao Guimaraes Rosa, Graciliano Ramos, Joao Ubaldo Ribeyro, Jorge Amado, los relatos policiales de Rubem Fonseca, la literatura de cordel del nordeste con sus remembranzas de las romanzas medievales, el candomblé de Salvador, Bahía de todos los Santos, el país donde la vanguardia de Mario de Andrade había gestado "Macunaíma", país de donde brotaba todo ese sabor pastoso en la boca de los cangaceiros y los duelos de los delincuentes cuchilleros de las favelas de Sao Paulo o Río, a punta de capoeira.


Así que lo que venía diciendo el negro Mateo era una revelación, es más, era amigo personal de Glauber Rocha, el cineasta de Dios y el Diablo en la tierra del sol, y contaba Mateo que cada vez que Glauber Rocha llegaba a Lima, del aeropuerto directamente tomaba un taxi a Barrios Altos, a la calle Maravillas, para algunos antro de los mayores delincuentes de la ciudad, donde vivía el negro Mateo, y Rocha no salía de casa de Mateo y más bien se enfrascaban en el consumo de cerros de cocaína que ponían sobre la mesa de la sala para disfrutar el encierro. Muchas chelas, charla amena y variada, gente del barrio que entraba y salía, y cerros de cocaína durante 3 o 4 días. Es decir, Glauber Rocha llegaba a Lima a ver a su amigo el negro Mateo y toda esa huevada de pasear por San Isidro, Miraflores o Barranco, los barrios residenciales de Lima, quedaba totalmente fuera de la agenda, por aburrida.


Sin embargo, esto no es todo. Varias de sus aventuras en Brasil fueron siendo expuestas porque llamado por teléfono, acudió a la mesa del bar un contertulio que había vivido con el negro Mateo en Brasil. Y contó de una vez que, desesperados y sin dinero, y con todas las ganas de viajar a Buenos Aires habían ideado que la mejor manera no era otra que la de colarse de polizones en un barco, que según sabían, viajaba para Buenos Aires. Se metieron a las bodegas interiores del barco, y estuvieron ahí entumidos entre cantidades de racimos de plátanos verdes. Sin embargo, esa vida de polizones escondidos entre plátanos verdes comenzó a cansarlos al segundo o tercer día, ¿tanto tardaba el barco en llegar a Buenos Aires? Así que el contertulio del que no recuerdo el nombre decidió salir a cubierta, fingir una taradez total, poner rostro y comportarse con una idiotez más exacerbada que la del jorobado de Notre Dame, buscando la piedad del capitán del barco para que no lo desembarquen sino hasta Buenos Aires.


Estrategias de peruano en el extranjero, dirán ustedes. La cosa es que efectivamente el capitán del barco se apiadó, y lo puso a fregar pisos, y no sé si el negro Mateo más bien eligió quedarse entre los plátanos o hacer un rol semejante, la cosa es que al pasar la tarde y la noche el mudo e idiota fregador de pisos peruano se percató, por los diálogos de la tripulación, que el barco lejos de ir a Buenos Aires, en realidad se dirigía a Ciudad del Cabo o algún otro puerto del África del Sur. Conchasumadre, se dijo, o como escribe mi pata Picón en el Messenger, "csm". Lo cierto es que algo entre la alarma y la risa le vino al jorobado de Notre de Dame peruano y otro tanto al negro Mateo, y a la primera de bastos saltaron al mar, cuando supieron que estaban por llegar a una isla poblada, nadaban a todo correr mientras el capitán y la tripulación del barco les gritaban, y ellos le extendían los pulgares al capitán desde el mar, que es la clásica forma peruana de aludir al miembro viril a modo de insulto, una forma bastante clara de mandar a la mierda a los demás pero que no sé si un capitán de barco brasilero entendería.


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