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Pablo Del Valle / Yo daría lo que fuera (3 de 3)

También he de informar que otra de las grandes actividades del negro Mateo, aparte de fraternizar con los grandes artistas del Brasil, era la de dealer de cierta magnitud. Aunque no lo señaló, creo que no hubiera sido nada extraño que estuviera en el corazón del narcotráfico en Brasil, porque como es lógico, ¿de qué otra manera un negro peruano podría financiar sus proyectos fílmicos en una tierra extraña? Así que siempre llegaba a muchos de los locales de moda de Río con elegantes maletines James Bond, y proveía a toda la intelectualidad brasileña del polvillo blanco.


Ocurrió una buena vez, que, en todas estas andanzas comerciales, el negro Mateo y "el contertulio", habían conseguido una socia que era una hembra tan espectacular, rubia, de un cuerpo grande y voluptuoso, un gran jale para que el rendimiento de compras y ventas subiera como la espuma, y la garotinha despampanante, paseaba por los locales con ellos cimbreando su maravilloso culo y el negocio florecía y todos eran felices. Qué le había visto la garota rubia y hermosa a los peruanos, es algo difícil de determinar, quizás el negro Mateo tendría habilidades sexuales desconocidas, o simplemente la adicción manda y a menudo se sobrepone a la belleza de las personas. Hasta que de ser tan vistosos y exóticos y "peruanos con rubia" la noticia del tráfico corrió hasta las comisarías y oficinas ad hoc, y una buena mañana, cuando estaban aún soñolientos y apenas habían prendido el televisor para ver las noticias, les tocaron la puerta con particular énfasis y al preguntar quién llamaba, la policía dio a conocer sus credenciales a través de la puerta. Mierda.


Tenían dos de esos elegantes maletines James Bond llenos de merca y la policía afuera, dispuesta a tirar la puerta. Pusieron una silla junto a la puerta para retardar el ingreso y se hicieron a los soñolientos, y trataron de pensar lo más rápidamente posible donde esconder los maletines. La garotinha también estaba en la habitación, y de momento temblaba como una hoja, esconder a esa belleza en una prisión quizás sería un delito de lesa humanidad peor que los de Pinochet o Francisco Franco, y en ese momento el tiempo corrió lento como en cámara lenta y la desesperación fue presionando sobre la imaginación, dónde esconder los maletines. El closet parecía demasiado obvio, los colchones y debajo de las camas eran una idea espeluznantemente mala. Y cuando los huevos se les habían puesto absolutamente de corbata porque la policía ya pugnaba por entrar tirando la puerta, nuestra hermosa garotinha se había vestido de golpe con uno de esos vestidos deslumbrantes, como el de Isabella Rossellini cuando canta la canción en Blue Velvet, e inmediatamente había roto parte del escote que se forma en las piernas (no sólo hay escote en los pechos, eso es algo que toda mujer deliciosa sabe), y dejaba ver buena parte de sus hermosos muslos, y con la velocidad del rayo había puesto los maletines sobre una silla y su voluminoso y bello culo garotinho encima.


Cuando entró la policía ella estaba hecha una furia, diciéndoles arrebatada que seguro estaban buscando a este par de imbéciles peruanos, que seguro estarían dedicándose a alguna actividad ilegal, una buena burra había sido al alternar con negros de otro país, tamaños ignorantes que nada sabían del trato con una mujer del Brasil, que sólo de lástima ya los acompañaba por estos días, llenos de deudas, unos idiotas de marca mayor, y por favor, señores policías, busquen por todo el cuarto y encuentren lo que sea para que puedan llevarlos por fin a la cárcel y deportarlos a su país de mierda. Los policías escuchaban un poco aturdidos, tantas tetas de golpe y muslos les habían hecho olvidar algo su propósito antinarcóticos, y entonces buscaron por toda la habitación, el negro Mateo y "el contertulio" casi orinándose de miedo fingieron una pelea de celos y amor con la garota, algo tortuosa para lo que el castellano que utilizaban favorecía mucho, amores rotos e historias de ese estilo se inventaron para olvidar los maletines bajo el trasero de la garota, y la verdad es que los policías hicieron un trabajo de búsqueda y rastreo impecable, closet, camas, cada rincón de la habitación fue registrado al detalle, pero nada, no pudieron encontrar nada, y de vez en cuando miraban de reojo los bellos muslos de la rubia, y después de un par de horas de peleas, dolor de estómago, calambre, actuaciones impecables después de todo, la policía abandonó la habitación y nunca antes unos peruanos fueron tan felices de los buenos servicios, de la belleza, de la increíble incondicionalidad de un culo brasileño.


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